octubre 12, 2004

El Acero no es para Siempre

El pasado domingo falleció Christopher Reeve a los 52 años de edad a causa de una deficiencia cardíaca. Había pasado los últimos nueve años en una silla de ruedas luego de sufrir un accidente mientras montaba a caballo en mayo de 1995.

Actor egresado de la afamada Academia de Artes Julliard, en Nueva York, Reeve se hizo de cierto nombre trabajando en diferentes cintas durante los años setenta, pero no alcanzó la fama hasta 1978, cuando Richard Donner lo eligió de entre más de doscientos aspirantes para interpretar el papel de Superman en su adaptación cinematográfica.

Lo que me lleva a la razón para incluir aquí este texto aparentemente sin relación alguna con lo que acostumbro publicar en este espacio.

No estoy seguro de cuando llegó a México la película, pero sé que debe haber sido en algún momento de 1979, pues yo todavía no sabía leer. Recuerdo que vi Superman: The Movie por primera vez en el cine Pedregal 70 -actualmente convertido en teatro- acompañado de mi padre. Y como cualquier niño que la haya visto, salí fascinado de la sala. Para mi es fácil entender porque se conoce a Reeve como “el hombre que nos hizo creer que era posible volar”. Al menos yo así lo creía.

Y el fenómeno que representó para mí Superman a tan temprana edad fue algo digno de recordarse. Tal vez fue la primera manifestación geek en mi vida. Una pared de mi cuarto estaba tapizada con un collage de posters y recortes de la película, el cual se mantuvo creciendo durante al menos dos o tres años hasta encontrar su triste fin a manos de mi hermano, entonces un mocoso sin noción de lo que hacía (y no es que ahora sea diferente).

Ya he hablado antes, al menos parcialmente, del impacto de los superhéroes durante los años formativos de mi carácter, y aunque Superman pronto pasó a un segundo lugar (al ser sustituido por Spiderman como modelo a seguir y héroe favorito), siempre ha ocupado un lugar en mis recuerdos como el primero de muchos héroes que han poblado mi imaginación a través de los años.

Descanse en paz, Christopher Reeve.

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