diciembre 12, 2007

Hitman

Si hay un medio que al servir como fuente para adaptaciones cinematográficas ha sufrido toda clase de vejaciones y desprecios -incluso más que los comics-, sin duda se trata de los videojuegos. Se podría decir que a la fecha la única película basada en un videojuego que salió bien librada de la mayoría de las críticas tanto de fans como de críticos profesionales sin importar el grado de familiaridad con el juego, sería Silent Hill, con todo y que también fue duramente criticada en su momento.

Hitman no ayuda en nada a cambiar la percepción de que los videojuegos no tienen una historia que aportar a ningún medio narrativo. Skip Woods, el guionista de esta película, es también el autor del guión de Swordfish, cinta que cuenta con una trama suficientemente compleja como para retener la atención de la audiencia pero a la vez suficientemente liviana y accesible como para no arriesgarse a convertir en thriller o drama una película que descaradamente se deja ubicar en los géneros de acción y aventura. Lamentablemente Hitman no tiene ese mismo balance y falla en decidir que clase de historia es. La premisa es bastante floja en su construcción: el mejor asesino del mundo es traicionado por la organización que lo creó y para la cual trabaja, y ahora tiene que evadir a otros asesinos mientras busca descubrir porque hay un precio sobre su cabeza.

Lo cual no se oye tan mal de no ser porque nunca investiga nada, no se vuelve contra sus antiguos empleadores ni persigue a los responsables de ponerle precio a su cabeza... y para tratarse de un grupo de asesinos tan letales y altamente eficientes ni siquiera tiene que esforzarse demasiado para seguir con vida. En vez de eso dedica su tiempo a crear un inverosímil lazo afectivo con una joven prostituta que debiese haber sido una víctima colateral del complot en su contra. Y digo inverosímil debido a que ni tiene razón de ser ni es explotado adecuadamente. No existe una atracción física y/o sexual (al menos no de manera mutua) ni motivos para creer que se pueda desarrollar cierto grado de empatía entre ellos. Pareciera que lo único que los une y se convierte en el factor de simpatía es un tatuaje, aunque tampoco entiendo como asociar un código de barras en la nuca con un dragón en el pómulo.

Timothy Olyphant interpreta al Agente 47, el asesino titular de la cinta. Su actuación no es mala, pero es evidente que no tenía mucho con que trabajar. En la primera escena vemos lo difícil que resulta para él intentar socializar cuando una mujer desconocida trata de coquetear con él. Sin embargo, podemos ver una secuencia de un par de minutos donde pasea en medio de un mercado público conversando animadamente con Nika, la prostituta rusa mencionada anteriormente y quien es interpretada por Olga Kurylenko, aunque lo hacen alejados de los micrófonos y no podemos siquiera tratar de imaginar algún tema de conversación. La presencia de Nika en la historia no se justifica jamás. Pareciera que Woods y Xavier Gens, el director, la incluyeron porque se convertía en una excusa para que el Agente 47 actuara fuera de personaje, además de poder recurrir a un desnudo gratuito si sienten que la atención de los expectadores puede estarse desviando hacia la decoración de la sala -como eventualmente sucederá-. Dougray Scott interpreta a Mike Whittier, un inspector de la Interpol que ha perseguido durante tres años a 47, aunque jamás nos explican como puede estar seguro de ello si nunca encuentra rastros y sabemos que existen otros asesinos con el mismo entrenamiento. Pero debemos aceptarlo, al igual que el hecho de que después de este tiempo el inspector ya siente que lo conoce y se refiere a él constantemente como "mi muchacho".

Visualmente la película no tiene mayor problema, pues las explosiones y balaceras se han convertido en algo tan rutinario que el éxito de una escena depende mayormente del montaje y coreografía de la misma, y aquí están aceptablemente diseñadas, a excepción de un par de momentos en que el director de fotografía parece haber decidido hacer algunos experimentos con la cámara borracha y los cambios repentinos de velocidad y filtros. Las secuencias de destrucción aleatoria de propiedad ajena también son rutinarias, excepto por la que destruye el interior de un cuarto de hotel y parte del pasillo aledaño, pero convenientemente deja intactas una maleta con equipo y una computadora portátil, mismas que ni siquiera se convierten en objeto de disputa entre las diferentes fuerzas policiales involucradas.

En conclusión, Hitman es una película estrictamente palomera y ni siquiera como primera opción, debiendo ser considerada solo si no hay otra película disponible. Para mayor referencia tal vez resulte prudente señalar que no alcanza el nivel de entretenimiento que cintas como Ghost Rider, XXX, Torque o Smokin' Aces representan.

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