septiembre 23, 2008

The Light at the End

Retomando el tema de los vampiros, esta novela la mencioné de pasadita en mi comentario de 'Salem's Lot. Se trata de un libro publicado en 1986 perteneciente al sub-género del splatterpunk, el cual no es si no literatura de horror con elementos de violencia y sangre peculiarmente "gráficos". Tal vez el exponente mejor conocido del género sea Clive Barker, quien con su colección de cuentos The Books of Blood (publicados en español como Libros Sangrientos por Editorial Planeta y como Sangre por Martínez Roca) llevó al subgénero a su máxima popularidad y efervescencia.

The Light at the End (La Luz al Final del Túnel) fue escrita en colaboración por John Skipp y Craig Spector, quienes probablemente sean más conocidos como los responsables de la antología de historias de zombies The Book of the Dead (El Libro de los Muertos). Tengo que confesar que han pasado varios años desde que leí esta novela, así que aún cuando recuerdo muy bien la trama, varios detalles y referencias que contiene, me siento un tanto confuso respecto a los nombres de los personajes, así que omitiré mencionarlos en la medida de lo posible para evitar que mi confusión pueda esparcirse. La historia tiene lugar en Nueva York en los 1980s, y la forma en que Skipp y Spector manejan las descripciones es fácil hacerse una idea clara del entorno en que se debe desarrollar la historia. La única forma que tengo de describir la percepción del Nueva York que el libro me causó es compararlo con las locaciones donde se filmó The Warriors (Los Guerreros), metro incluido. De hecho, creo que precisamente la inclusión del tren subterráneo de Nueva York es uno de los elementos más interesantes del libro. ¿Qué mejor escondite y base de operaciones para un vampiro que la red de túneles del tren urbano de una de las ciudades más grandes del mundo?

Rudy es un vándalo juvenil sin oficio ni beneficio que finalmente ha hartado a su novia, quien rompe con él luego de una fuerte discusión. Molesto, Rudy se encamina hacia el metro. Al mismo tiempo que Rudy discute con su chica en el metro tiene lugar una de las secuencias narrativas más impactantes que he leído en cualquier género. Una criatura surge de las sombras y va matando a todos los ocupantes de un tren luego de dejarlo a oscuras. El método utilizado para disponer de sus víctimas es tan simple como brutal: los desangra y luego les corta la cabeza. Por la forma de narrar la secuencia se nos da a entender que se trata de un antiguo vampiro llegado de Europa, y que los decapitamientos tienen como objetivo el evitar una competencia por el alimento. Cuando el tren llega a la siguiente estación el anden está vacío con la única excepción de Rudy. Éste, al ver todas las luces del tren apagadas, duda sobre si abordarlo o no, pero cuando ve que están a punto de cerrarse las puertas salta hacia adentro. Un instante después Rudy se da cuenta de que no está solo, y ese encuentro cambiará todo.

Por alguna razón el vampiro decide convertir a Rudy, quien siendo alguien completamente amoral e irresponsable que de pronto se encuentra con que posee poder, en unos cuantos días se convierte en el terror de los usuarios del metro y empieza a planear como vengarse de su ex. La chica ya tiene un nuevo interés romántico en la figura de uno de los co-propietarios de un servicio de paquetería y mensajería urbana, quien junto con sus amigos y compañeros de trabajo se verán convertidos en un improvisado pero sorprendentemente bien organizado grupo de caza-vampiros. Usando su conocimiento de la ciudad, el grupo de jóvenes procede a intentar acorralar al inexperto vampiro para poder darle fin. La novela es bastante simple en su planteamiento y ejecución, pero compensa por la originalidad del tratamiento y la gran atención al detalle referencial. Una vez que cada uno de los personajes involucrados logra hacerse a la idea de que realmente es un vampiro lo que tienen que enfrentar, cada uno de ellos se aproxima al asunto de un modo propio y personal, donde Skipp y Spector consiguen evocar diferentes visiones del vampiro ajustando el estilo narrativo a la experiencia personal de cada uno de sus personajes. El aficionado a los juegos de rol lo enfrenta como una aventura donde el peligro pudiese estar a la vuelta de cualquier esquina u oculto en algún oscuro callejón, el fan de las películas de terror viejas (creo recordar que le gustaban las de la Hammer) vislumbra la ciudad como el nocturno escenario de la batalla entre el bien y el mal, y una de las chicas no puede dejar de sentir cierta atracción y fascinación ante la figura del inmortal depredador nocturno, como buena fan de Anne Rice.

Aún cuando el centro de todo son las elaboradas descripciones de los actos violentos e irresponsables de Rudy, los autores se las arreglan para permitir que los personajes crezcan y se desarrollen de una manera bastante aceptable. Tal vez más importante aún sea el hecho de que consigan convertir a la ciudad de Nueva York en un personaje esencial de su historia, a la vez que consiguen infundir un pesado trasfondo de comentario social al uso que hacen de la propia ciudad. En una ciudad tan grande y llena de problemas como lo es Nueva York, una ciudad en la que conviven personas de diversos orígenes étnicos y culturales, donde la inseguridad es cosa de todos los días y la desconfianza hacia el prójimo es algo natural para sus habitantes, la aparición de un depredador de características supernaturales es vista, cuando no con indiferencia, casi con desdén. ¿Qué más da si los muertos de la noche anterior fueron mordidos y desangrados en vez de acuchillados o balaceados?

Esta novela siempre ha sido menospreciada por la crítica y por diversos sectores del público, pero yo la encuentro tremendamente entretenida y me parece una de las mejores historias de vampiros que he leído. En español fue publicada por Martínez Roca pero hace mucho que está fuera de prensas, y creo que incluso en inglés es complicado conseguirla. Si consiguen ponerle las manos encima, denle una oportunidad, no se arrepentirán. Dada la naturaleza gráfica de sus descripciones y la aproximación narrativa tan "visual", siempre me ha sorprendido que nadie pensara en adaptarla al cine o la tv, o siquiera al comic. Solo basta repasar la secuencia inicial de la masacre en el metro para imaginar lo que un buen guión basado en este libro podría llegar a ser en manos de algún realizador con gusto por la oscuridad urbana como Walter Hill, Alex Proyas o Kathryn Bigelow, o incluso de alguien con más gusto por la sangre y el splatter, como Wes Craven o Joe Dante. Lástima que ningún productor lo haya pensado en su momento.

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