David Fincher es uno de los mejores directores de cine trabajando en Hollywood actualmente, y cada proyecto suyo parece ser más ambicioso y complejo que el anterior. Luego de la extraordinaria Zodiac, Fincher se dedicó de lleno a trabajar en The Curious Case of Benjamin Button, una vaga adaptación de la historia de F. Scott Fitzgerald del mismo título, la cual cuenta la historia de un hombre que nace siendo anciano y al pasar del tiempo se va haciendo más joven. La adaptación de la historia corrió a cargo de Eric Roth, quien ganara fama y reconocimiento hace algunos años por el guión de Forrest Gump. Nunca he sostenido eso en su contra, porque aún a pesar de haber escrito también The Postman (El Mensajero) y Munich, es también responsable de los guiones de The Insider (El Informante) y The Good Shepherd (El Buen Pastor).
Menciono la participación de Roth porque he escuchado algunos comentarios sobre la película donde se le compara fuertemente con Forrest Gump, y si bien es cierto que hay un par de recursos narrativos similares e incluso algunos personajes de soporte que bien pudieran ser intercambiables entre ambas películas, el resultado es totalmente diferente. Supongo que la principal diferencia, pues es la que determina porque The Curious Case of Benjamin Button es una película muy superior a Forrest Gump, es bastante simple: David Fincher no es Robert Zemeckis. Y los cinéfilos del mundo estamos infinitamente agradecidos por ello.
La historia empieza en un hospital de Nueva Orleans en la víspera de que esa ciudad fuese azotada por el huracán Katrina. Daisy (Cate Blanchett) es una anciana mujer que solo espera la muerte en compañía de su hija Caroline (Julia Ormond). Daisy le pide a su hija que saque de su maleta un diario y se lo lea en voz alta. El diario pertenece a Benjamin Button, y además del texto que contiene es acompañado por varias fotografías y tarjetas postales. Cuando Caroline empieza a leer, la narrativa se transfiere al punto de vista de Benjamin (Brad Pitt). Así nos enteramos de que nació el mismo día que terminó la Primera Guerra Mundial, que su madre murió un rato después del parto, y que su padre (Jason Flemyng), horrorizado por el decrépito y débil estado en que nació su hijo, lo abandonó ante la puerta de una casa hogar para ancianos.
Al avanzar la historia descubrimos que Benjamin rejuvenece año con año, como si el tiempo corriera al revés para él. En el asilo vive con Queenie (Taraji P. Henson), su madre adoptiva, y con los ancianos que viven ahí. Ahí conoce a Daisy siendo ésta una niña, pues su abuela es residente del lugar, y pronto se crea entre ambos un fuerte lazo afectivo que crece a través del tiempo durante las visitas de Daisy. A partir de ahí la película cuenta sobre los viajes de Benjamin a borde de un buque remolque y muestra el desarrollo intermitente de su relación con Daisy, con quien eventualmente vive un apasionado romance durante la etapa de su vida donde sus edades se intersectan en el medio. La película se centra en el desarrollo de Benjamin como persona y en la forma en que lidia con su anormal situación, dejando que el mundo y los acontecimientos que se suceden a su alrededor sean simplemente el marco en que se desarrolla su vida, sin llegar a convertirse nunca en elementos que decidan el rumbo de la misma.
El dedicado trabajo de Fincher y su equipo para recrear diferentes épocas y la naturaleza misma de la historia hacen que sea muy fácil pensar que la película es cualquier superproducción de estudio sin otro mérito que la fastuosidad de la producción, pero es realmente destacable la habilidad con que Fincher consigue que el elaborado diseño de producción y toda la tecnología de efectos especiales y maquillaje utilizados se conviertan en meras herramientas al servicio de la historia que está contando. Visualmente la película es perfecta. Filmada en tonos pardos y oscuros que le dan un tinte otoñal y llena de escenas nocturnas, la cinta evoca en todo momento una fuerte sensación de melancolía y soledad que refleja apropiadamente la situación de su personaje principal. La narrativa se siente entrecortada por momentos, pero la edición de la película parece indicar que es intencional. Y funciona.
Ignoro si esa era la idea de Fincher, pero la sensación que invade a uno como espectador es la de encontrarse ligeramente fuera de tiempo y lugar, creando una sensación de impermanencia, de momentos fugaces que no fueron lo que esperábamos, logrando crear un lazo de identificación con su protagonista que de otro modo hubiese sido imposible lograr. A pesar de que en el fondo es una historia de amor, la relación entre Benjamin y Daisy nunca logra dejar a un lado un cierto toque de desesperanza y amargura, quizás porque desde el primer momento es obvio que nunca podrán tener una relación "normal" que lleve a un "y vivieron felices para siempre...", como el que se podría esperar de una superproducción hollywoodense.
También ayuda en ello el trabajo actoral, pues Brad Pitt consigue interpretar a Benjamin con la justa mezcla de resignación y esperanza que se puede esperar de alguien que nació y creció en un ambiente donde la muerte era algo esperado y natural, abrazando maravillado cualquier nueva experiencia que la vida le ofrece y viviendo cada momento como lo que es, un instante único e irrepetible. Cate Blanchett y Tilda Swinton, interpretando a los dos intereses románticos del protagonista, añaden a esa misma sensación, creando una atmósfera de emociones y sentimientos reprimidos, donde los silencios llegan a ser más expresivos que los pocos diálogos que acompañan las escenas de pareja.
En resumen, se trata de la obra más emotiva y sentimental de la carrera de David Fincher, mayormente por el tipo de historia que cuenta, pero sin duda podemos hablar del elevado nivel de madurez alcanzado por un realizador que hasta ahora había demostrado en varias ocasiones todo el talento técnico y habilidad para contar una historia pero había tenido pocas oportunidades de dar matices emocionales y filosóficos a su trabajo. Sin duda es una de las mejores películas producidas el año pasado y las trece nominaciones recibidas para los premios de la Academia son totalmente merecidas, por lo que nadie debiera sorprenderse si se hace acreedora a la mayoría de los premios técnicos y un par de los artísticos. Muy recomendada.
Menciono la participación de Roth porque he escuchado algunos comentarios sobre la película donde se le compara fuertemente con Forrest Gump, y si bien es cierto que hay un par de recursos narrativos similares e incluso algunos personajes de soporte que bien pudieran ser intercambiables entre ambas películas, el resultado es totalmente diferente. Supongo que la principal diferencia, pues es la que determina porque The Curious Case of Benjamin Button es una película muy superior a Forrest Gump, es bastante simple: David Fincher no es Robert Zemeckis. Y los cinéfilos del mundo estamos infinitamente agradecidos por ello.
La historia empieza en un hospital de Nueva Orleans en la víspera de que esa ciudad fuese azotada por el huracán Katrina. Daisy (Cate Blanchett) es una anciana mujer que solo espera la muerte en compañía de su hija Caroline (Julia Ormond). Daisy le pide a su hija que saque de su maleta un diario y se lo lea en voz alta. El diario pertenece a Benjamin Button, y además del texto que contiene es acompañado por varias fotografías y tarjetas postales. Cuando Caroline empieza a leer, la narrativa se transfiere al punto de vista de Benjamin (Brad Pitt). Así nos enteramos de que nació el mismo día que terminó la Primera Guerra Mundial, que su madre murió un rato después del parto, y que su padre (Jason Flemyng), horrorizado por el decrépito y débil estado en que nació su hijo, lo abandonó ante la puerta de una casa hogar para ancianos.
Al avanzar la historia descubrimos que Benjamin rejuvenece año con año, como si el tiempo corriera al revés para él. En el asilo vive con Queenie (Taraji P. Henson), su madre adoptiva, y con los ancianos que viven ahí. Ahí conoce a Daisy siendo ésta una niña, pues su abuela es residente del lugar, y pronto se crea entre ambos un fuerte lazo afectivo que crece a través del tiempo durante las visitas de Daisy. A partir de ahí la película cuenta sobre los viajes de Benjamin a borde de un buque remolque y muestra el desarrollo intermitente de su relación con Daisy, con quien eventualmente vive un apasionado romance durante la etapa de su vida donde sus edades se intersectan en el medio. La película se centra en el desarrollo de Benjamin como persona y en la forma en que lidia con su anormal situación, dejando que el mundo y los acontecimientos que se suceden a su alrededor sean simplemente el marco en que se desarrolla su vida, sin llegar a convertirse nunca en elementos que decidan el rumbo de la misma.
El dedicado trabajo de Fincher y su equipo para recrear diferentes épocas y la naturaleza misma de la historia hacen que sea muy fácil pensar que la película es cualquier superproducción de estudio sin otro mérito que la fastuosidad de la producción, pero es realmente destacable la habilidad con que Fincher consigue que el elaborado diseño de producción y toda la tecnología de efectos especiales y maquillaje utilizados se conviertan en meras herramientas al servicio de la historia que está contando. Visualmente la película es perfecta. Filmada en tonos pardos y oscuros que le dan un tinte otoñal y llena de escenas nocturnas, la cinta evoca en todo momento una fuerte sensación de melancolía y soledad que refleja apropiadamente la situación de su personaje principal. La narrativa se siente entrecortada por momentos, pero la edición de la película parece indicar que es intencional. Y funciona.
Ignoro si esa era la idea de Fincher, pero la sensación que invade a uno como espectador es la de encontrarse ligeramente fuera de tiempo y lugar, creando una sensación de impermanencia, de momentos fugaces que no fueron lo que esperábamos, logrando crear un lazo de identificación con su protagonista que de otro modo hubiese sido imposible lograr. A pesar de que en el fondo es una historia de amor, la relación entre Benjamin y Daisy nunca logra dejar a un lado un cierto toque de desesperanza y amargura, quizás porque desde el primer momento es obvio que nunca podrán tener una relación "normal" que lleve a un "y vivieron felices para siempre...", como el que se podría esperar de una superproducción hollywoodense.
También ayuda en ello el trabajo actoral, pues Brad Pitt consigue interpretar a Benjamin con la justa mezcla de resignación y esperanza que se puede esperar de alguien que nació y creció en un ambiente donde la muerte era algo esperado y natural, abrazando maravillado cualquier nueva experiencia que la vida le ofrece y viviendo cada momento como lo que es, un instante único e irrepetible. Cate Blanchett y Tilda Swinton, interpretando a los dos intereses románticos del protagonista, añaden a esa misma sensación, creando una atmósfera de emociones y sentimientos reprimidos, donde los silencios llegan a ser más expresivos que los pocos diálogos que acompañan las escenas de pareja.
En resumen, se trata de la obra más emotiva y sentimental de la carrera de David Fincher, mayormente por el tipo de historia que cuenta, pero sin duda podemos hablar del elevado nivel de madurez alcanzado por un realizador que hasta ahora había demostrado en varias ocasiones todo el talento técnico y habilidad para contar una historia pero había tenido pocas oportunidades de dar matices emocionales y filosóficos a su trabajo. Sin duda es una de las mejores películas producidas el año pasado y las trece nominaciones recibidas para los premios de la Academia son totalmente merecidas, por lo que nadie debiera sorprenderse si se hace acreedora a la mayoría de los premios técnicos y un par de los artísticos. Muy recomendada.
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