Alex Proyas es un director que a pesar de gozar de cierto nombre y respeto tanto entre la crítica como entre los cinéfilos de todo el mundo no parece haber hallado el proyecto que termine de cimentarlo como uno de los grandes directores contemporáneos. Sus películas son tan variadas y diversas como su propio origen -de ascendencia griega nacido en Egipto y criado en Australia-, desde la oscura y atmosférica The Crow (El Cuervo) hasta la aparentemente convencionalmente futurista I, Robot (Yo, Robot), pasando por la extrtaordinaria Dark City (Ciudad en Tinieblas) y la entretenida Garage Days (Días de Garage). No es de sorprender que Knowing (Presagio), su más reciente trabajo, sea también una aproximación inusual a un tema recurrente del cine popular contemporáneo: el fin del mundo.
Tal vez ya hayan escuchado o leído alguna discusión acerca de la película. Que si es buena, que si es mala, que si no vale el metraje de la cinta donde fue filmada, que si es un ejemplo de la valentía del director, o el más reciente añadido a la lista de decepciones de Nicholas Cage. Lo cierto es que ha creado una división de opinión tan marcada que resulta inusualmente notoria, aunque sus detractores parecen ser mucho más vocales y extremistas en su opinión de la cinta que el más ferviente de sus defensores. Hasta no verla nuevamente y discutirla apropiadamente no pienso afiliarme de manera definitiva hacia ninguno de ambos bandos, pero de momento aclaro que mi opinión de la película tiende hacia el lado positivo.
Knowing cuenta la historia de John Koestler (Nicholas Cage), un profesor de astrofísica en el Instituto Tecnológico de Massachussets y su hijo Caleb (Chandler Canterbury). En la escuela de Caleb se realiza una ceremonia para abrir una cápsula del tiempo enterrada cincuenta años antes por los entonces alumnos de la escuela. La cápsula contiene dibujos realizados por los niños donde se suponía debían plasmar como imaginaban que sería el futuro, pero el sobre que Caleb abre no contiene ningún dibujo. Se trata simplemente de una larga sucesión de números. Caleb se lleva la hoja a casa ante el disgusto de su padre, pero esa noche, tras trabajar hasta tarde, John empieza a analizar los números en busca de un patrón, y lo que encuentra le hiela la sangre y hace temblar cada fibra de su ateo ser.
Resulta que la lista es un recuento de toda clase de accidentes y catástrofes ocurridas en los últimos cincuenta años, es decir, mientras la hoja se encontraba encerrada en la cápsula bajo tierra. Los números representan la fecha, el número de víctimas, y las coordenadas geográficas de cada tragedia, incluyendo tres eventos aún por suceder. Koestler duda, después intenta prevenir los sucesos y eventualmente se resigna a esperar que la última profecía numérica se cumpla.
Parte de la polémica suscitada por la película viene de la forma en que la historia por momentos concilia y enfrenta diferentes posturas científicas y religiosas. El padre de John es un pastor y su hermana también parece ser del tipo espiritual. John es un ateo declarado, sin espacio en su vida de científico para temas espirituales e intangibles de improbabilidades religiosas. Poco a poco John parece relajar su postura ante las crecientes pruebas de que nuestro destino puede estar escrito, pero para crédito de Proyas es necesario aclarar que la película nunca pretende evangelizar ni a favor ni en contra de ningún dogma religioso, manteniendo la constante yuxtaposición y contraposición del tema ciencia contra religión hasta la última escena.
Tendré que darle algunos días para digerir algunos detalles y probablemente después intente verla nuevamente para intentar alcanzar conclusiones más definitivas, pero por lo pronto puedo recomendarla como un entretenido thriller con un poco más de acción que suspenso, adornado con unos impactantes efectos especiales. Además, casi puedo garantizar que es una película capaz de generar una reacción en casi cualquier espectador sin importar en que sentido. Ideal para iniciar discusiones o debates, o incluso reflexiones personales, lo que me parece en si un logro para cualquier pieza de entretenimiento contemporáneo sin importar el medio o género.
Tal vez ya hayan escuchado o leído alguna discusión acerca de la película. Que si es buena, que si es mala, que si no vale el metraje de la cinta donde fue filmada, que si es un ejemplo de la valentía del director, o el más reciente añadido a la lista de decepciones de Nicholas Cage. Lo cierto es que ha creado una división de opinión tan marcada que resulta inusualmente notoria, aunque sus detractores parecen ser mucho más vocales y extremistas en su opinión de la cinta que el más ferviente de sus defensores. Hasta no verla nuevamente y discutirla apropiadamente no pienso afiliarme de manera definitiva hacia ninguno de ambos bandos, pero de momento aclaro que mi opinión de la película tiende hacia el lado positivo.
Knowing cuenta la historia de John Koestler (Nicholas Cage), un profesor de astrofísica en el Instituto Tecnológico de Massachussets y su hijo Caleb (Chandler Canterbury). En la escuela de Caleb se realiza una ceremonia para abrir una cápsula del tiempo enterrada cincuenta años antes por los entonces alumnos de la escuela. La cápsula contiene dibujos realizados por los niños donde se suponía debían plasmar como imaginaban que sería el futuro, pero el sobre que Caleb abre no contiene ningún dibujo. Se trata simplemente de una larga sucesión de números. Caleb se lleva la hoja a casa ante el disgusto de su padre, pero esa noche, tras trabajar hasta tarde, John empieza a analizar los números en busca de un patrón, y lo que encuentra le hiela la sangre y hace temblar cada fibra de su ateo ser.
Resulta que la lista es un recuento de toda clase de accidentes y catástrofes ocurridas en los últimos cincuenta años, es decir, mientras la hoja se encontraba encerrada en la cápsula bajo tierra. Los números representan la fecha, el número de víctimas, y las coordenadas geográficas de cada tragedia, incluyendo tres eventos aún por suceder. Koestler duda, después intenta prevenir los sucesos y eventualmente se resigna a esperar que la última profecía numérica se cumpla.
Parte de la polémica suscitada por la película viene de la forma en que la historia por momentos concilia y enfrenta diferentes posturas científicas y religiosas. El padre de John es un pastor y su hermana también parece ser del tipo espiritual. John es un ateo declarado, sin espacio en su vida de científico para temas espirituales e intangibles de improbabilidades religiosas. Poco a poco John parece relajar su postura ante las crecientes pruebas de que nuestro destino puede estar escrito, pero para crédito de Proyas es necesario aclarar que la película nunca pretende evangelizar ni a favor ni en contra de ningún dogma religioso, manteniendo la constante yuxtaposición y contraposición del tema ciencia contra religión hasta la última escena.
Tendré que darle algunos días para digerir algunos detalles y probablemente después intente verla nuevamente para intentar alcanzar conclusiones más definitivas, pero por lo pronto puedo recomendarla como un entretenido thriller con un poco más de acción que suspenso, adornado con unos impactantes efectos especiales. Además, casi puedo garantizar que es una película capaz de generar una reacción en casi cualquier espectador sin importar en que sentido. Ideal para iniciar discusiones o debates, o incluso reflexiones personales, lo que me parece en si un logro para cualquier pieza de entretenimiento contemporáneo sin importar el medio o género.
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