Edward Zwick es un director un tanto inusual en estos tiempos. Su selección de historias para llevar a la pantalla grande pone en evidencia la enorme devoción que siente por las superproducciones de Hollywood de los 50s. Desde Glory, donde contaba la historia de un batallón de soldados de color durante la guerra civil norteamericana (y a partir de donde se lanzó en forma la carrera de Denzel Washington), hasta The Last Samurai, pasando por Legends of the Fall y Courage Under Fire, Zwick ha mostrado que tiene una romántica idea de lo que debe ser una película épica. Excesivamente romántica en mi opinión.
Glory le ganó fama y reconocimiento más por el tema seleccionado que por el resultado en pantalla, y le dio espacio y acceso al presupuesto necesario para realizar Legends of the Fall, la cual tenía todo para ser lo que él quería: una historia generacional de una familia americana, con paisajes espectaculares y un trágico triángulo amoroso. Lamentablemente se engolosinó con lo bonita que se veía su película y descuidó el ritmo de la misma, provocando que se sienta interminablemente larga. Decidió volver al tema del cine bélico basado en hechos reales con Courage Under Fire, y una vez más la selección le resultó afortunada. The Last Samurai estuvo cerca de ser una gran película, pero la elección de Tom Cruise para el protagónico y la decepcionante forma de llevar el filme trastabillando hasta una conclusión a medio gas lo impidieron, aunque por lo menos sirvió para presentar a Ken Watanabe a las grandes audiencias occidentales.
Finalmente llegamos a Blood Diamond, con la que me parece consigue integrar las dos vertientes mostradas en sus anteriores trabajos. Hay una guerra tomada de la vida real, mucho drama y temas humanos, y suficiente del tinte épico de grandeza que tanto había perseguido. Y funciona. No porque se trate de una gran película (que pudo haberlo sido) o porque transmita exitosamente el mensaje que pretendía (que solo lo consigue a medias), sino porque consigue balancear los elementos del filme lo suficiente como para que cada quien vea lo que quiere ver.
Otro elemento importante para que la película funcione, es el elenco. Leonardo DiCaprio ha demostrado que sus mejores trabajos se dan cuando se sale del molde de niño bonito o galán de melodrama romántico. Entre su trabajo en The Departed y la extraordinaria actuación que le diera una nominación al Oscar por esta película ha marcado algo que puede ser un parteaguas en su carrera. DiCaprio interpreta a Danny Archer, mercenario y contrabandista sin escrúpulos que comercia diamantes ilegales desde los países vecinos a Sierra Leona. DiCaprio comparte cartel con Jennifer Connelly (quien puede hacerme ir a ver una película sin importar nada más) y Djimon Hounsou.
Connelly interpreta a Maddy Bowen, una periodista en busca de una historia que le permita exponer el sucio negocio que representa la venta de diamantes "de sangre" en los países desarrollados. Los "diamantes de sangre" son aquellas gemas obtenidas en las minas de la zona de conflicto de Sierra Leona, donde múltiples facciones gubernamentales y paramilitares exiliaban, mataban o convertían en esclavos a los habitantes para hacerse con el control de los yacimientos de diamante. Hounsou da vida a Solomon Vandy, una de las víctimas de ese juego de avaricia y poder. Su familia es separada y se mantiene en una huída constante mientras el es obligado a trabajar extrayendo diamantes de un río. Antes de un operativo militar, Solomon entierra un diamante de gran tamaño, el cual se convertirá en el objeto de la avaricia de Archer, quien promete ayudarlo a recuperar a su familia si le entrega la piedra.
A lo largo de la cinta el personaje de DiCaprio es el que lleva el mayor desarrollo. Confrontado por Maddy a causa de su falta de ética y principios, Archer parece ir poco a poco desarrollando una conciencia mientras la cinta se acerca a su conclusión. Y el mérito es enteramente de DiCaprio, pues el guión no es tan firme o sólido como para pensar que cualquier otro actor hubiese podido hacerlo de manera convincente. Maddy es casi un cliché con su idealismo cuasi-utópico de un mundo mejor a base de mejores seres humanos, pero la interpretación de Jennifer Connelly es impecable. Además, ¿cómo podría alguien decir que no a esos profundos ojos verdes?
Blood Diamond puede no ser la mejor película de Zwick, pero sin duda resulta una de las más satisfactorias.
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