Neil Labute es un director del cual he escuchado toda clase de elogios, principalmente por sus películas Nurse Betty y Possession, pero nunca hasta ahora había visto ninguna de ellas. Su trabajo más reciente es Lakeview Terrace, re-bautizada en México como Vecinos en la Mira, un thriller suburbano que explora temas como racismo y abuso de poder mediante la construcción de personajes reales y creíbles.
Mientras veía Lakeview Terrace recordé casi de inmediato dos películas de principios de la década pasada: Pacific Heights (El Inquilino) y Unlawful Entry (Acoso Policiaco). La primera de ellas muestra a una joven pareja (Matthew Modine y Melanie Griffith) en busca de reparar la casa de sus sueños, razón por la que deciden rentar parte de la misma. Lamentablemente uno de sus inquilinos (Michael Keaton) tiene planes muy diferentes para la propiedad y se dedica a hacer la vida imposible al joven matrimonio. En la segunda, otra pareja (Kurt Russell y Madeline Stowe) enfrenta el trauma de que su casa haya sido víctima de un robo. Uno de los policías que atiende su caso (Ray Liotta) se ofrece a ayudarles a montar un sistema de alarma, pero una vez que dejan al oficial entrar en sus vidas sacarlo no será nada fácil.
Si bien Lakeview Terrace no copia o imita a ninguna de esas dos películas, algunos elementos temáticos y argumentales de ellas se encuentran presentes. Chris y Lisa Mattson (Patrick Wilson y Kerry Washington) son un joven matrimonio que acaba de adquirir su primera casa en un exclusivo suburbio de Los Angeles. El vecindario parece perfecto y pronto descubren que justo junto a ellos vive Abel Turner (Samuel L. Jackson), un oficial del Departamento de Policía de Los Angeles que parece ser el celoso guardián del vecindario. Tal como dice el slogan promocional, ¿Qué puede ser más seguro que vivir junto a un policía? Turner es un viudo que tiene a su cargo la educación de sus dos hijos adolescentes, y la idea de tener a una joven y desinhibida pareja, interracial, por cierto, como vecinos, no le gusta demasiado. Pronto encontrará la forma de demostrarles que no le agradan como vecinos al tiempo que intenta convencerlos de que lo que más les conviene es mudarse fuera del vecindario.
La primera mitad de la película Labute la dedica a construir a sus personajes, y esto es algo que suele ser criticado en su trabajo, pues a través de escenas de poco peso narrativo el director se encarga de dotar a cada uno de los personajes de una personalidad propia, haciendo que cada vez que alguno de ellos hace algo o reacciona ante una situación determinada se siente como algo perfectamente congruente con el personaje sin necesidad de buscar motivos o justificaciones innecesarias. Lamentablemente la segunda mitad de la película, donde se cambia el enfoque a la parte narrativa, no está tan bien cuidada en su realización, lo que en este caso da toda la razón a quienes critican el tiempo en pantalla dedicado al desarrollo de los personajes. Desde un principio queda claro que el personaje de Turner es intolerante y racista, pero en lugar de que esto se convierta simplemente en un detonante que lo lleve a antagonizar a sus nuevos vecinos se convierte en el centro de la historia y en el tema principal de la misma.
Si a ello sumamos el hecho de que se hagan menciones a Rodney King y los disturbios por enfrentamientos raciales de hace algunos años en Los Angeles (el nombre de la película corresponde en realidad al vecindario donde King fue asaltado y golpeado por agentes policiacos), y la inclusión de los incendios forestales en el sur de California como un elemento que más que dar un trasfondo realista se convierte en una distracción, nos encontramos con un disparejo trabajo de Labute, en el cual no termina de decidir cual es la historia que quiere contar y tampoco explora a fondo el tema en el que decidió enfocarse.
Tal vez lo más rescatable de la película sean las actuaciones, pues tanto los protagónicos como los secundarios realizan un gran trabajo replicando la vida de la clase media norteamericana sin caer en clichés. Especial mención merece el trabajo de Samuel L. Jackson, quien parecía tener algunos años sumergido en su fama de hombre rudo y malhablado pero quien aquí ofrece una sólida interpretación dramática como quizás no se le había visto desde Changing Lanes (Fuera de Control), hace algunos años. Especialmente bueno porque habiendo visto los avances de The Spirit creo que puede pasar algún tiempo antes de que podamos volver a verlo actuando en vez de simplemente prestando su presencia escénica a películas mucho menos sustanciosas.
Mientras veía Lakeview Terrace recordé casi de inmediato dos películas de principios de la década pasada: Pacific Heights (El Inquilino) y Unlawful Entry (Acoso Policiaco). La primera de ellas muestra a una joven pareja (Matthew Modine y Melanie Griffith) en busca de reparar la casa de sus sueños, razón por la que deciden rentar parte de la misma. Lamentablemente uno de sus inquilinos (Michael Keaton) tiene planes muy diferentes para la propiedad y se dedica a hacer la vida imposible al joven matrimonio. En la segunda, otra pareja (Kurt Russell y Madeline Stowe) enfrenta el trauma de que su casa haya sido víctima de un robo. Uno de los policías que atiende su caso (Ray Liotta) se ofrece a ayudarles a montar un sistema de alarma, pero una vez que dejan al oficial entrar en sus vidas sacarlo no será nada fácil.
Si bien Lakeview Terrace no copia o imita a ninguna de esas dos películas, algunos elementos temáticos y argumentales de ellas se encuentran presentes. Chris y Lisa Mattson (Patrick Wilson y Kerry Washington) son un joven matrimonio que acaba de adquirir su primera casa en un exclusivo suburbio de Los Angeles. El vecindario parece perfecto y pronto descubren que justo junto a ellos vive Abel Turner (Samuel L. Jackson), un oficial del Departamento de Policía de Los Angeles que parece ser el celoso guardián del vecindario. Tal como dice el slogan promocional, ¿Qué puede ser más seguro que vivir junto a un policía? Turner es un viudo que tiene a su cargo la educación de sus dos hijos adolescentes, y la idea de tener a una joven y desinhibida pareja, interracial, por cierto, como vecinos, no le gusta demasiado. Pronto encontrará la forma de demostrarles que no le agradan como vecinos al tiempo que intenta convencerlos de que lo que más les conviene es mudarse fuera del vecindario.
La primera mitad de la película Labute la dedica a construir a sus personajes, y esto es algo que suele ser criticado en su trabajo, pues a través de escenas de poco peso narrativo el director se encarga de dotar a cada uno de los personajes de una personalidad propia, haciendo que cada vez que alguno de ellos hace algo o reacciona ante una situación determinada se siente como algo perfectamente congruente con el personaje sin necesidad de buscar motivos o justificaciones innecesarias. Lamentablemente la segunda mitad de la película, donde se cambia el enfoque a la parte narrativa, no está tan bien cuidada en su realización, lo que en este caso da toda la razón a quienes critican el tiempo en pantalla dedicado al desarrollo de los personajes. Desde un principio queda claro que el personaje de Turner es intolerante y racista, pero en lugar de que esto se convierta simplemente en un detonante que lo lleve a antagonizar a sus nuevos vecinos se convierte en el centro de la historia y en el tema principal de la misma.
Si a ello sumamos el hecho de que se hagan menciones a Rodney King y los disturbios por enfrentamientos raciales de hace algunos años en Los Angeles (el nombre de la película corresponde en realidad al vecindario donde King fue asaltado y golpeado por agentes policiacos), y la inclusión de los incendios forestales en el sur de California como un elemento que más que dar un trasfondo realista se convierte en una distracción, nos encontramos con un disparejo trabajo de Labute, en el cual no termina de decidir cual es la historia que quiere contar y tampoco explora a fondo el tema en el que decidió enfocarse.
Tal vez lo más rescatable de la película sean las actuaciones, pues tanto los protagónicos como los secundarios realizan un gran trabajo replicando la vida de la clase media norteamericana sin caer en clichés. Especial mención merece el trabajo de Samuel L. Jackson, quien parecía tener algunos años sumergido en su fama de hombre rudo y malhablado pero quien aquí ofrece una sólida interpretación dramática como quizás no se le había visto desde Changing Lanes (Fuera de Control), hace algunos años. Especialmente bueno porque habiendo visto los avances de The Spirit creo que puede pasar algún tiempo antes de que podamos volver a verlo actuando en vez de simplemente prestando su presencia escénica a películas mucho menos sustanciosas.
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