agosto 30, 2007

Bares

No es un secreto que soy una persona poco social, a grado tal que suelo utilizar el termino "asocial" como parte de mi descripción. No rehuyo del contacto con la gente, pero nunca lo busco de manera activa Tal vez esa es la razón por la que no suelo hacer amigos con demasiada facilidad y también la causa de que sepa apreciar a los que tengo, aunque no se si sea muy bueno demostrándolo.

El caso es que el viernes fue el cumpleaños de mi mejor amiga y decidió celebrarlo con una reunión en un bar en el tradicional barrio de San Ángel, en la Ciudad de México. Debiera aclarar que, si no soy abstemio, nunca me he caracterizado por mi consumo de bebidas alcohólicas; además, no me gusta la música para bailar en ninguna de sus formas, desde el punchis punchis (electrónica bailable, para quienes no estén familiarizados con el término) hasta el reggaeton, pasando por cumbias, salsas, norteña o cualquier variante o combinación de las anteriores. Así que valdría la pena preguntarse que diablos acabé haciendo en un lugar donde se venden (carísimas, por cierto) toda clase de bebidas embriagantes y la "música" no cesa de sonar a un volumen estridente durante toda la noche.

Y la respuesta es en realidad bastante simple: me lo pidió mi amiga. Tal como se lo dije a ella esa misma noche, solo tres o cuatro personas podrían disuadirme/convencerme de ir a un bar, y una de ellas ya no radica en la ciudad de México. Independientemente de que quería verla a ella, pues hacía bastante tiempo que no teníamos oportunidad de convivir, debo confesar que la curiosidad me gana. Cuando me encuentro en una situación así, en un lugar al que en realidad no pertenezco y rodeado de gente interesada mayormente en beber y bailar, lo convierto en un ejercició de observación. Desde la decoración y funcionalidad del lugar, hasta la actitud y comportamiento de los asistentes. Normalmente suelo estar en compañía de al menos otra persona que no esté interesada en bailar o beber, pero en esta ocasión no fue así. Tras haber sido presentado con dos chicas, amigas de mi amiga, podría decir que pude platicar un rato con ellas, o al menos intentarlo, pues el volumen de la música apenas permite escuchar los pensamientos propios.

En términos generales creo que puedo afirmar que todos los bares son lo mismo. Puede cambiar la decoración del lugar, el nivel socioeconómico de sus asistentes, o la selección musical que le "pone ambiente" al lugar, pero en el fondo no existe diferencia alguna. Después de un par de horas se convierten en un lugar lleno de gente sin interés en conversar o convivir con quienes le rodean, más preocupados por beber para ahogar penas, frustraciones, decepciones o stress, y bailar al ritmo de los temas de moda para gritarle al mundo que todo está bien y no tienen ningún problema. Claro que existen excepciones, pero son las menos. Aparentemente el lugar en cuestión es favorecido por mucha gente para celebrar su cumpleaños, así que hay algunas zonas del local donde puede verse a gente sentada intentando llevar una conversación entre ellos. También se puede ver a algunas parejas o grupos de amigos bailando sin prestar demasiada atención a la bebida, pero se les puede contar con los dedos. La gran mayoría va a estos lugares con la firme intención de emborracharse. Y están en su derecho, claro, aunque es algo que simplemente no entiendo.

A fin de cuentas yo asistí para estar con mi amiga, y si bien no pude platicar con ella todo lo que hubiese querido, fue agradable pasar un rato en su compañía. Después de comentarlo con ella entiendo sus razones para haber decidido convocar a la reunión en bar y no en su casa o la de algún amigo(a), pero sigue siendo algo que no me agrada. Además fue una oportunidad para revisitar una parte de la ciudad que fue parte importante de mi infancia, pues crecí apenas a unas cuadras de la Plaza de San Jacinto y la iglesia que se ubica al otro lado del jardín frente al bar fue el lugar donde se casaron mis padres y donde fui bautizado, lo que supongo que le da un cierto significado independiente a la, para mi al menos, irrelevante cuestión religiosa.

En resumen, me la pasé bien, pero ¿trescientos pesos por dos "desarmadores" de a litro? La verdad no lo entiendo.

2 comentarios:

  1. Te entiendo. Si bien a mi ni las fiestas, ni reuniones, ni lugares estridentes me pueden hacer el ruido que te hacen a ti, sí soy del tipo que no socializa del todo bien y las reuniones con harto desconocido me ponen de nervios, pero sobre todo NO SOY DEL TIPO QUE SE DISFRAZA. Nomás no.

    La mujer que más quiero en esta vida, a la que conoces perfectamente, sólo hace dos tipos de reuniones... las llenas de gente desconocida y las de disfraces. No falto a ninguna de las dos (siempre que he sido requerido, ¿verdá?). Hace casi un año no la veo y me hace una falta. En fin. Sólo ellas, m'ijo. :-P

    Francisco.

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  2. Pues si, Paco. Precisamente ella es otra de las personas que me puede convencer de asistir a esa clase de reuniones, pero tienes que admitir que sus fiestas terminan convirtiéndose en reunión del Gang rodeados de la fiesta.

    En cuanto a los disfraces, creo que ninguno de nosotros le pone mucha producción que digamos, salvo por aquella ocasión que te perseguirá y atormentará por siempre... :D

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