Uno de los más afamados directores de cine de género y en particular de horror es John Carpenter. Si la memoria no me falla -y hasta ahora no ha dado evidencia de ello- la primera película suya que vi debe haber sido The Thing (La Cosa del Otro Mundo), misma que a la fecha es una de mis películas de ciencia ficción/horror favoritas de todos los tiempos y de la cual me gustaría en su momento escribir un comentario más a fondo. Poco después de haberla visto debo haberme topado con otros de sus trabajos por la misma vía: nuestra vieja videocassettera Betamax y la suscripción a un pequeño videoclub independiente que estaba a dos cuadras de casa. Las películas de Carpenter que estoy seguro que vi en ese formato son The Fog (La Niebla), Escape From New York (Escape de Nueva York), Christine y Halloween, estando todas ellas entre mis películas de género favoritas y merecedoras de un comentario más extenso en cuanto se presente la oportunidad.
En los años siguientes, muy probablemente en VHS o en televisión, puede ver Assault on Precint 13th (Masacre en el Precinto 13), They Live (¡Viven!), In The Mouth of Madness (En la Boca del Terror) y Starman. Assault... fue su primera producción para un estudio grande, y a pesar de no contar con un elenco reconocido o con un gran presupuesto resulta muy efectiva. They Live es una de las mejores películas sobre invasiones extraterrestres que jamás se hayan hecho, mientras que In the Mouth of Madness está inspirada en la obra de Howard Philip Lovecraft, uno de los escritores más importantes en el desarrolo del género de horror, y aún cuando no está inspirada en ningún texto en particular, en ella están presentes muchos de los temas recurrentes del atormentado autor norteamericano. De Starman no comento nada porque no recuerdo mucho, simplemente que es bastante aburrida.
En los 1990s su carrera dio un bajón bastante severo, pues fuera de la mencionada In the Mouth of Madness Carpenter solo ofreció al mundo la olvidable Memoirs of an Invisible Man, que a la fecha no sé si tratar de entender como una comedia, una parodia o simplemente un experimento fallido; Escape From LA, una desangelada y decepcionante secuela de Escape From NY; The Village of the Damned, remake de la cinta de 1960 del mismo título inspirada por la novela The Midwich Cuckoos de John Wyndham, la cual no es mala pero palidece ante la primera versión; y Vampires (Vampiros), misma que no he visto pero de la que he escuchado toda clase de comentarios negativos. En lo que va de este siglo solo ha dirigido Ghosts of Mars (Fantasmas de Marte), que tampoco he visto y nadie me ha recomendado, y se podría decir que estaba semi-retirado. Eso es, hasta que Mick Garris lo invitó a participar en su serie Masters of Horror. Carpenter dirigió lo que se convertiría en la octava entrega de la primera temporada, Cigarette Burns (Quemaduras de Cigarro), misma que es el volumen 1 de la serie en su edición mexicana.
Cigarette Burns cuenta la historia de Kirby Sweetman (Norman Reedus), un aficionado al cine de género que es además dueño de un pequeño cine independiente. Sweetman tiene problemas económicos y suele hacer trabajos especiales como una forma de obtener ingresos adicionales. Uno de esos trabajos es localizar y obtener copias de películas de culto para coleccionistas, así que cuando recibe un llamado del Sr. Bellinger (Udo Kier). Bellinger desea obtener una copia de la cinta La Fin Absolue Du Monde (El Fin Absoluto del Mundo), misma que es considerada por muchos, Sweetman incluído, como una leyenda urbana. Supuestamente la película fue exhibida solamente una vez, en 1971, en el Festival de Cine Fantástico de Sitges, con resultados escalofriantes. Según se cuenta, la cinta es tan perturbadora que provoca violentas reacciones en todos aquellos que la ven, razón por la que fue destruída o incautada. Sweetman se muestra reticente a aceptar el encargo, pero Bellinger le ofrece suficiente dinero para saldar todas sus deudas y mantener su cine operando, así que acepta.
Sweetman recorre varias partes del mundo siguiendo la pista de la película, la cual poco a poco se convierte en una obsesión para él. Durante su búsqueda Sweetman se topa con toda clase de pintorescos personajes, desde un proyeccionista con las manos quemadas hasta un psicótico aficionado al cine snuff, pasando por un crítico de cine que luego de más de treinta años y miles de páginas mecanografiadas aún no consigue terminar su reseña de La Fin Absolue Du Monde. Finalmente logra dar con la viuda del director y con la cinta, misma que prontamente lleva a casa de Bellinger, quien lo invita a verla con él pero declina. Sweetman va a su local pero lo encuentra clausurado. Tras llamar a su proyeccionista se entera de que su suegro, quien es su acreedor, cerró el cine. Mientras medita sobre lo que debe hacer recibe una llamada urgente de Bellinger, quien le pide acuda de inmediato a su casa, donde tras ser alcanzado por su suegro todos hallarán un siniestro desenlace a su historia en una de las secuencias más gráficas y violentas de la filmografía de Carpenter.
Las "quemaduras de cigarro" a que se refiere el título son las marcas circulares cerca de las esquinas de cada extremo de un rollo de película, mismas que sirven para indicar al encargado del proyector que se acerca el momento de cambiar el rollo. Sweetman empieza a tener visiones en las que ve marcas similares, mismas que anteceden a otra alucinación más grotesca y regularmente relacionada con su difunta esposa. Curiosamente el término no parece ser utilizado dentro de la industria cinematográfica, y su uso parece haberse popularizado fuera de ella luego de que se le mencionase en Fight Club, la extraordinaria cinta de David Fincher.
El guión es obra de Drew McWeeny y Scott Swan, conocidos columnistas de sitios web de perfil geeky-comiquero bajo los sobrenombres de "Moriarty" y "Obi Swan", mientras que la música fue compuesta y arreglada por Cody Carpenter, hijo del director y quien parece haber heredado el talento de su padre, al menos en lo que se refiere a la música y la creación de atmósferas auditivas. Hasta antes de ver esta película yo tenía la idea de que John Carpenter había decidido dar por terminada su carrera detrás de la cámara, pues parecía haber hallado la manera más fácil de crear una mayor apreciación hacia su obra al permitir que nuevos directores realizaran insalobres remakes de algunas de sus películas más conocidas, obligando a crítica y expectadores a reconocer cuan superiores eran las versiones originales. Ahora me encuentro esperando que esta aventura televisiva haya sido la chispa que le permita tomar su segundo aire como realizador.
Personalmente disfruté mucho de Cigarette Burns a pesar de las evidentes limitaciones que el formato en que fue realizada (para la televisión) impone a la obra. Tal vez le hizo falta un poco más de tiempo para desarrollar a los personajes o ahondar en algunos detalles del misterio en curso, pero el resultado final es bastante sobresaliente, pues no solo es una visión fresca de un tema explorado en muchas otras ocasiones (temáticamente la encuentro similar a In the Mouth of Madness, del propio Carpenter), si no que a mi parecer se trata también de una declaración de amor de Carpenter hacia el cine en general y hacia el género de terror en particular. La cinta menciona de uno u otro modo a todas las partes del cine como experiencia más que como industria: directores, productores, proyeccionistas, críticos, coleccionistas, audiencia, distribuidores, salas cinematográficas y, claro, las películas mismas. Todo resumido en una simple frase que para todos aquellos que disfrutamos del cine resulta cierta de una u otra manera:
En los años siguientes, muy probablemente en VHS o en televisión, puede ver Assault on Precint 13th (Masacre en el Precinto 13), They Live (¡Viven!), In The Mouth of Madness (En la Boca del Terror) y Starman. Assault... fue su primera producción para un estudio grande, y a pesar de no contar con un elenco reconocido o con un gran presupuesto resulta muy efectiva. They Live es una de las mejores películas sobre invasiones extraterrestres que jamás se hayan hecho, mientras que In the Mouth of Madness está inspirada en la obra de Howard Philip Lovecraft, uno de los escritores más importantes en el desarrolo del género de horror, y aún cuando no está inspirada en ningún texto en particular, en ella están presentes muchos de los temas recurrentes del atormentado autor norteamericano. De Starman no comento nada porque no recuerdo mucho, simplemente que es bastante aburrida.
En los 1990s su carrera dio un bajón bastante severo, pues fuera de la mencionada In the Mouth of Madness Carpenter solo ofreció al mundo la olvidable Memoirs of an Invisible Man, que a la fecha no sé si tratar de entender como una comedia, una parodia o simplemente un experimento fallido; Escape From LA, una desangelada y decepcionante secuela de Escape From NY; The Village of the Damned, remake de la cinta de 1960 del mismo título inspirada por la novela The Midwich Cuckoos de John Wyndham, la cual no es mala pero palidece ante la primera versión; y Vampires (Vampiros), misma que no he visto pero de la que he escuchado toda clase de comentarios negativos. En lo que va de este siglo solo ha dirigido Ghosts of Mars (Fantasmas de Marte), que tampoco he visto y nadie me ha recomendado, y se podría decir que estaba semi-retirado. Eso es, hasta que Mick Garris lo invitó a participar en su serie Masters of Horror. Carpenter dirigió lo que se convertiría en la octava entrega de la primera temporada, Cigarette Burns (Quemaduras de Cigarro), misma que es el volumen 1 de la serie en su edición mexicana.
Cigarette Burns cuenta la historia de Kirby Sweetman (Norman Reedus), un aficionado al cine de género que es además dueño de un pequeño cine independiente. Sweetman tiene problemas económicos y suele hacer trabajos especiales como una forma de obtener ingresos adicionales. Uno de esos trabajos es localizar y obtener copias de películas de culto para coleccionistas, así que cuando recibe un llamado del Sr. Bellinger (Udo Kier). Bellinger desea obtener una copia de la cinta La Fin Absolue Du Monde (El Fin Absoluto del Mundo), misma que es considerada por muchos, Sweetman incluído, como una leyenda urbana. Supuestamente la película fue exhibida solamente una vez, en 1971, en el Festival de Cine Fantástico de Sitges, con resultados escalofriantes. Según se cuenta, la cinta es tan perturbadora que provoca violentas reacciones en todos aquellos que la ven, razón por la que fue destruída o incautada. Sweetman se muestra reticente a aceptar el encargo, pero Bellinger le ofrece suficiente dinero para saldar todas sus deudas y mantener su cine operando, así que acepta.
Sweetman recorre varias partes del mundo siguiendo la pista de la película, la cual poco a poco se convierte en una obsesión para él. Durante su búsqueda Sweetman se topa con toda clase de pintorescos personajes, desde un proyeccionista con las manos quemadas hasta un psicótico aficionado al cine snuff, pasando por un crítico de cine que luego de más de treinta años y miles de páginas mecanografiadas aún no consigue terminar su reseña de La Fin Absolue Du Monde. Finalmente logra dar con la viuda del director y con la cinta, misma que prontamente lleva a casa de Bellinger, quien lo invita a verla con él pero declina. Sweetman va a su local pero lo encuentra clausurado. Tras llamar a su proyeccionista se entera de que su suegro, quien es su acreedor, cerró el cine. Mientras medita sobre lo que debe hacer recibe una llamada urgente de Bellinger, quien le pide acuda de inmediato a su casa, donde tras ser alcanzado por su suegro todos hallarán un siniestro desenlace a su historia en una de las secuencias más gráficas y violentas de la filmografía de Carpenter.
Las "quemaduras de cigarro" a que se refiere el título son las marcas circulares cerca de las esquinas de cada extremo de un rollo de película, mismas que sirven para indicar al encargado del proyector que se acerca el momento de cambiar el rollo. Sweetman empieza a tener visiones en las que ve marcas similares, mismas que anteceden a otra alucinación más grotesca y regularmente relacionada con su difunta esposa. Curiosamente el término no parece ser utilizado dentro de la industria cinematográfica, y su uso parece haberse popularizado fuera de ella luego de que se le mencionase en Fight Club, la extraordinaria cinta de David Fincher.
El guión es obra de Drew McWeeny y Scott Swan, conocidos columnistas de sitios web de perfil geeky-comiquero bajo los sobrenombres de "Moriarty" y "Obi Swan", mientras que la música fue compuesta y arreglada por Cody Carpenter, hijo del director y quien parece haber heredado el talento de su padre, al menos en lo que se refiere a la música y la creación de atmósferas auditivas. Hasta antes de ver esta película yo tenía la idea de que John Carpenter había decidido dar por terminada su carrera detrás de la cámara, pues parecía haber hallado la manera más fácil de crear una mayor apreciación hacia su obra al permitir que nuevos directores realizaran insalobres remakes de algunas de sus películas más conocidas, obligando a crítica y expectadores a reconocer cuan superiores eran las versiones originales. Ahora me encuentro esperando que esta aventura televisiva haya sido la chispa que le permita tomar su segundo aire como realizador.
Personalmente disfruté mucho de Cigarette Burns a pesar de las evidentes limitaciones que el formato en que fue realizada (para la televisión) impone a la obra. Tal vez le hizo falta un poco más de tiempo para desarrollar a los personajes o ahondar en algunos detalles del misterio en curso, pero el resultado final es bastante sobresaliente, pues no solo es una visión fresca de un tema explorado en muchas otras ocasiones (temáticamente la encuentro similar a In the Mouth of Madness, del propio Carpenter), si no que a mi parecer se trata también de una declaración de amor de Carpenter hacia el cine en general y hacia el género de terror en particular. La cinta menciona de uno u otro modo a todas las partes del cine como experiencia más que como industria: directores, productores, proyeccionistas, críticos, coleccionistas, audiencia, distribuidores, salas cinematográficas y, claro, las películas mismas. Todo resumido en una simple frase que para todos aquellos que disfrutamos del cine resulta cierta de una u otra manera:
"Toda película es magia, y en las manos adecuadas puede ser un arma."
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