
In Bruges cuenta como Ken (Brendan Gleason) y Ray (Colin Farrell), dos asesinos a sueldo británicos, son enviados por su jefe a Brujas (está en Bélgica) para esconderse luego de un trabajo particularmente complicado. Una vez ahí se hacen evidentes las diferencias que existen en caracter y personalidad entre ambos asesinos. Ken está fascinado con la ciudad, por su arquitectura medieval, sus iglesias y museos, y en general por la paz y tranquilidad que caracterizan a la ciudad. Ray, en cambio, se encuentra aburrido de tantos edificios viejos y arte aburrido, y desearía que los hubiesen enviado a un lugar más entretenido.


La primera mitad de la película tiene un ritmo semi-lento, muy pausado pero nunca aburrido. McDonagh dedica bastante tiempo a explorar a cada uno de sus personajes, lo que no debiera sorprender a nadie tomando en cuenta su experiencia en teatro. Pero una vez que la película alcance el tercer acto, el ritmo es vertiginoso y no le pide nada a ningún thriller o película de acción. Independientemente de lo buena que resulta la historia, el punto fuerte de la película es la interpretación de los miembros del elenco. De Gleason y Fiennes no es sorpresa verlos actuar con tanta solvencia y convicción, pues ambos tienen un largo historial que los avala como dos de los mejores actores en la actualidad.

Un tema que asoma en varios puntos durante la historia es el de la redención, pues varios de los personajes suelen enfrascarse en discusiones sobre el futuro y la condenación. En una escena en particular Ken y Ray discuten ante un cuadro de Bosch acerca del cielo y el infierno, y del proceso de redención que se da en el punto intermedio, el purgatorio. Hasta cierto punto se podría decir que luego de una vida llena de decisiones cuestionables, ambos personajes se encuentran en el purgatorio de su vida, en Brujas, esperando la resolución que les indique cual será su destino final.
McDonagh hace gala de un talento notable para escribir diálogos, recordando por momentos a otro dramaturgo vuelto al cine, David Mamet, y aún cuando algunas de sus elecciones para contar la película resultan bastante convencionales, lo impredecible y divertido de su guión lo compensa con creces. Habrá que seguir con atención cual es su próximo proyecto, y si es que convertirá la abundancia de maldiciones como su sello personal. In Bruges es tal vez la mejor película que no vimos el año pasado -gracias, distribuidoras- y resulta una interesante propuesta llena de humor negro, tan escaso en el cine en estos días. Ampliamente recomendada.
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