Vincenzo Natali se ganó el reconocimiento de la crítica hace más de diez años gracias a su película Cube (El Cubo), cinta de ciencia ficción que se ha convertido en un clásico de culto para los amantes del género y la cual generó interés suficiente como para ameritar la producción de una secuela (Cube 2: Hypercube) y una precuela (Cube Zero), aunque Natali no tuvo relación directa con ninguna de esas dos películas. Tras el éxito de Cube, el director pretendía filmar a continuación Splice, pero se desanimó al darse cuenta de que la tecnología de efectos especiales aún no estaba lista para permitirle hacer la película como él quería.
Durante la década pasada Natali mantuvo un perfil bajo, trabajando mayormente en TV y dirigiendo solo un par de largometrajes (que no he visto) y un segmento de la excelente antología Je T'Aimé Paris (París Te Amo), pero evidentemente no había renunciado a hacer esta película, misma que finalmente pudo realizar en el 2009 para su estreno en casi todo el mundo el año pasado. En México, como es costumbre, tuvimos que esperar muchos meses más para poder verla en cartelera.
Splice (Experimento Mortal) cuenta la historia de Clive Nicoli (Adrien Brody) y Elsa Kast (Sarah Polley), una pareja de ingenieros genéticos quienes han logrado grandes avances en una técnica de empalme de ADN, produciendo especies híbridas capaces de producir diversas proteínas con un gran valor para la industria farmacéutica. A pesar del éxito que han obtenido en sus experimentos, la empresa que mantiene sus experimentos decide desmantelar su laboratorio para ponerlos a trabajar en una forma de utilizar comercialmente su trabajo. A pesar de ello, Clive y Elsa deciden continuar con sus experimentos en secreto, mezclando los híbridos que ya tenían con ADN humano.
A pesar de que en principio ambos discuten sobre las implicaciones de su trabajo y deciden que no piensan seguir el experimento hasta sus últimas consecuencias, pues solo desean demostrarse a sí mismos que pueden hacerlo, la situación se va complicando y ambos terminan con un dilema ético de enormes proporciones. Pronto resulta evidente que su ego y su curiosidad científica son más fuertes que su sentido común y el experimento se sale de control, llevando a término la gestación de un ser que no debiera haber tenido jamás oportunidad de vivir.
Más fuerte aún que el conflicto moral que plantea la historia, la película centra su enfoque en la psicología de sus personajes centrales, en la manera en la que lidian con su relación y en sus ideas y conflictos en torno a la paternidad y las relaciones familiares. La elección de Brody y Polley para los papeles principales fue un toque de genialidad de Natali, pues durante los primeros dos tercios de la película el drama es soportado por sus sobrias interpretaciones de dos científicos fríos y calculadores por fuera, pero llenos de conflictos internos demasiado complejos para expresarlos con palabras.
Lamentablemente la película decae en su parte final, pues la historia empieza a volverse predecible y a caer en toda clase de lugares comunes, lo que impide que pudiese haber llegado a ser la clase de películas que con el tiempo se vuelven auténticos clásicos de la especulación científica. Afortunadamente lo positivo es demasiado como para ser completamente ignorado y la película resulta una interesante mezcla de ciencia ficción inteligente, horror científico con tintes de gore, y b-movie de esas que uno disfruta a pesar de todos sus defectos.
Pareciera ser que la genética era el tema subyacente en mi vida cuando vi esta película. Justo acababa de terminar de leer Next, de Michael Crichton -que también trata del tema y sobre la que ya comentaré más a fondo próximamente-, además de haberme topado con notas en diferentes sitios y de haber tenido una discusión en casa sobre enfermedades hereditarias, pero eso es tema aparte.
Altamente recomendada para los amantes de alguno de los géneros mencionados más arriba, o bien para aquellos con ganas de ver algo al menos un poco diferente a la producción hollywoodense de cajón.
Durante la década pasada Natali mantuvo un perfil bajo, trabajando mayormente en TV y dirigiendo solo un par de largometrajes (que no he visto) y un segmento de la excelente antología Je T'Aimé Paris (París Te Amo), pero evidentemente no había renunciado a hacer esta película, misma que finalmente pudo realizar en el 2009 para su estreno en casi todo el mundo el año pasado. En México, como es costumbre, tuvimos que esperar muchos meses más para poder verla en cartelera.
Splice (Experimento Mortal) cuenta la historia de Clive Nicoli (Adrien Brody) y Elsa Kast (Sarah Polley), una pareja de ingenieros genéticos quienes han logrado grandes avances en una técnica de empalme de ADN, produciendo especies híbridas capaces de producir diversas proteínas con un gran valor para la industria farmacéutica. A pesar del éxito que han obtenido en sus experimentos, la empresa que mantiene sus experimentos decide desmantelar su laboratorio para ponerlos a trabajar en una forma de utilizar comercialmente su trabajo. A pesar de ello, Clive y Elsa deciden continuar con sus experimentos en secreto, mezclando los híbridos que ya tenían con ADN humano.
A pesar de que en principio ambos discuten sobre las implicaciones de su trabajo y deciden que no piensan seguir el experimento hasta sus últimas consecuencias, pues solo desean demostrarse a sí mismos que pueden hacerlo, la situación se va complicando y ambos terminan con un dilema ético de enormes proporciones. Pronto resulta evidente que su ego y su curiosidad científica son más fuertes que su sentido común y el experimento se sale de control, llevando a término la gestación de un ser que no debiera haber tenido jamás oportunidad de vivir.
Más fuerte aún que el conflicto moral que plantea la historia, la película centra su enfoque en la psicología de sus personajes centrales, en la manera en la que lidian con su relación y en sus ideas y conflictos en torno a la paternidad y las relaciones familiares. La elección de Brody y Polley para los papeles principales fue un toque de genialidad de Natali, pues durante los primeros dos tercios de la película el drama es soportado por sus sobrias interpretaciones de dos científicos fríos y calculadores por fuera, pero llenos de conflictos internos demasiado complejos para expresarlos con palabras.
Lamentablemente la película decae en su parte final, pues la historia empieza a volverse predecible y a caer en toda clase de lugares comunes, lo que impide que pudiese haber llegado a ser la clase de películas que con el tiempo se vuelven auténticos clásicos de la especulación científica. Afortunadamente lo positivo es demasiado como para ser completamente ignorado y la película resulta una interesante mezcla de ciencia ficción inteligente, horror científico con tintes de gore, y b-movie de esas que uno disfruta a pesar de todos sus defectos.
Pareciera ser que la genética era el tema subyacente en mi vida cuando vi esta película. Justo acababa de terminar de leer Next, de Michael Crichton -que también trata del tema y sobre la que ya comentaré más a fondo próximamente-, además de haberme topado con notas en diferentes sitios y de haber tenido una discusión en casa sobre enfermedades hereditarias, pero eso es tema aparte.
Altamente recomendada para los amantes de alguno de los géneros mencionados más arriba, o bien para aquellos con ganas de ver algo al menos un poco diferente a la producción hollywoodense de cajón.
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