abril 05, 2011

Reseña: Fair Game

Hollywood suele ser de reacción lenta cuando se trata de retratar eventos en la historia reciente de los Estados Unidos. No vaya a ser que alguien acuse a los grandes estudios de intentar hacer pensar a su audiencia. Les llevó más de cinco años hacer películas sobre el 11 de septiembre y las Torres Gemelas, y un poco más de eso el iniciar una crítica abierta a las intervenciones militares en Afganistán e Irak durante la administración de George W. Bush, pero parece ser que finalmente se han sobrepuesto a su autoimpuesto tabú.

Una de las películas más recientes en sumarse a la discusión es Fair Game (Juego de Traiciones), la más reciente cinta del director Doug Liman, más conocido por éxitos de taquilla como The Bourne Identity (La Identidad de Bourne) o Mr and Mrs Smith (Sr y Sra Smith) que por dramas cerebrales como éste, que por otro lado permite a Liman reivindicarse luego del fiasco que resultó Jumper.

Fair Game cuenta la historia de Valerie Plame (Naomi Watts), una agente de la CIA especializada en operaciones encubiertas en otros países, y cuya identidad como agente fue revelada en 2003, aparentemente como un intento de silenciar a su esposo, el ex-embajador Joseph Wilson (Sean Penn), quien mediante un artículo en el New York Times y varias pláticas y entrevistas a medios, intentó concientizar a la gente sobre el hecho de que su gobierno había manipulado la información recabada por la CIA a fin de tener un pretexto para intervenir militarmente en el Medio Oriente.

Obviamente se trata de información más o menos conocida -sobre todo fuera de los Estados Unidos-, pues uno de los primeros cuestionamientos que recibió el gobierno norteamericano una vez derrocado el régimen de Saddam Hussein fue ¿dónde están las armas de destrucción masiva? La identidad de Plame fue filtrada a los medios unos días después de que Wilson publicase un artículo en el que afirmaba haber sido parte del esfuerzo de recolección de inteligencia y datos, confirmando que Irak no había adquirido Uranio africano, tal y como afirmaba la Casa Blanca.

La película tiene un gran acierto al evitar convertirse en una película biográfica centrada en las fechas y datos obtenidos mediante una investigación de los hechos que rodearon el incidente. En vez de ello el enfoque de la película se centra en el impacto que la filtración tiene en la vida familiar de la pareja, pues a pesar de la forma en que sus empleadores se comportaron con ella, Valerie deseaba mantenerse al margen de las investigaciones y no emitir ninguna declaración, en tanto que Joseph se rehusaba a quedarse callado y permitir que sus derechos fuesen ignorados.

Esa diferencia de opinión estuvo a punto de acabar con su matrimonio y ese es el conflicto que la película explora: dos individuos cuya relación personal se ve afectada por hechos que afectaron la vida de miles de personas más de una manera diferente. Y es ahí donde se convierte en un gran acierto su elección de actores, pues Watts y Penn hacen un trabajo extraordinario representando a una pareja creíble, a dos individuos comprometidos con sus ideales y principios y quienes tienen que enfrentar una crisis personal en medio de una crisis internacional.

Independientemente de si les interesa o no el incidir de los eventos políticos que llevaron a la más reciente Guerra del Golfo, o de la opinión que pudiesen tener de la gestión Bush/Cheney en el gobierno de los Estados Unidos, me parece que Fair Game es una buena película que debiera resultar satisfactoria para casi cualquier público. Bastante recomendada.

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