
Una de las películas más recientes en sumarse a la discusión es Fair Game (Juego de Traiciones), la más reciente cinta del director Doug Liman, más conocido por éxitos de taquilla como The Bourne Identity (La Identidad de Bourne) o Mr and Mrs Smith (Sr y Sra Smith) que por dramas cerebrales como éste, que por otro lado permite a Liman reivindicarse luego del fiasco que resultó Jumper.
Fair Game cuenta la historia de Valerie Plame (Naomi Watts), una agente de la CIA especializada en operaciones encubiertas en otros países, y cuya identidad como agente fue revelada en 2003, aparentemente como un intento de silenciar a su esposo, el ex-embajador Joseph Wilson (Sean Penn), quien mediante un artículo en el New York Times y varias pláticas y entrevistas a medios, intentó concientizar a la gente sobre el hecho de que su gobierno había manipulado la información recabada por la CIA a fin de tener un pretexto para intervenir militarmente en el Medio Oriente.

La película tiene un gran acierto al evitar convertirse en una película biográfica centrada en las fechas y datos obtenidos mediante una investigación de los hechos que rodearon el incidente. En vez de ello el enfoque de la película se centra en el impacto que la filtración tiene en la vida familiar de la pareja, pues a pesar de la forma en que sus empleadores se comportaron con ella, Valerie deseaba mantenerse al margen de las investigaciones y no emitir ninguna declaración, en tanto que Joseph se rehusaba a quedarse callado y permitir que sus derechos fuesen ignorados.

Independientemente de si les interesa o no el incidir de los eventos políticos que llevaron a la más reciente Guerra del Golfo, o de la opinión que pudiesen tener de la gestión Bush/Cheney en el gobierno de los Estados Unidos, me parece que Fair Game es una buena película que debiera resultar satisfactoria para casi cualquier público. Bastante recomendada.
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