El domingo se celebró la octagésimo cuarta entrega de los Premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, mejor conocidos como Premios Oscar, donde Hugo (La Invención de Hugo Cabret) y The Artist (El Artista) resultaron las grandes ganadoras de la noche, con la segunda llevándose algunos de los premios más importantes de la noche, como Mejor Director, Mejor Actor y Mejor Película, en tanto que la más reciente obra de Martin Scorsese arrasó en las categorías técnicas.
Como cualquier premio, el Oscar resulta siempre un tema de discusión, en principio porque la apreciación de los méritos de cualquier película siempre será subjetiva, y en el caso particular de la Academia, por la gran cantidad de intereses económicos que dependen del resultado de la entrega de premios.
Y lo que quiero decir con ello es que al Oscar, como a cualquier otro premio que tenga que ver con las industrias del entretenimiento, no hay que darle mucha importancia. Personalmente acostumbro ver la ceremonia de entrega casi todos los años, pero lo hago bajo el entendido de que en ella no se va a premiar a lo mejor del cine ni se van a emitir juicios sobre lo que vale la pena o no en la industria cinematográfica. Para mi se trata de un espectáculo y nada más.
En cuanto a las películas premiadas, he visto la mayoría de ellas, y casi todas me han gustado. En el caso de Hugo y The Artist, me parece que las dos comparten una característica que seguramente pesó a su favor durante las votaciones entre los miembros de la Academia: ambas son cartas de amor de sus directores al cine. Y eso es algo que, en un evento pensado para celebrar la industria, debe ser irresistible para los votantes.
Personalmente disfruté de ambas películas, pero no consideraría a ninguna de ellas como la mejor de entre las que vi el año pasado. Warrior (La Última Pelea), The Girl with the Dragon Tattoo (La Chica del Dragón Tatuado), o Drive (Drive: El Escape), me parecen mejores películas, y me hubiese encantado ver Shame para saber si todo lo que he leído acerca de ella es cierto.
A fin de cuentas, el cine es tanto arte como entretenimiento, y cada quien debería hacer su propio juicio y valoración de lo que cada película representa para uno como persona y no estar esperando a que alguien más decida que es lo que debemos apreciar y que es lo que no se lo merece, porque no hay nada como ser capaz de tomar decisiones por uno mismo y poder expresarlas sin importar lo que los demás piensen.
Todo lo demás es, al fin y al cabo, circo y mercadotecnia.
Como cualquier premio, el Oscar resulta siempre un tema de discusión, en principio porque la apreciación de los méritos de cualquier película siempre será subjetiva, y en el caso particular de la Academia, por la gran cantidad de intereses económicos que dependen del resultado de la entrega de premios.
Y lo que quiero decir con ello es que al Oscar, como a cualquier otro premio que tenga que ver con las industrias del entretenimiento, no hay que darle mucha importancia. Personalmente acostumbro ver la ceremonia de entrega casi todos los años, pero lo hago bajo el entendido de que en ella no se va a premiar a lo mejor del cine ni se van a emitir juicios sobre lo que vale la pena o no en la industria cinematográfica. Para mi se trata de un espectáculo y nada más.
En cuanto a las películas premiadas, he visto la mayoría de ellas, y casi todas me han gustado. En el caso de Hugo y The Artist, me parece que las dos comparten una característica que seguramente pesó a su favor durante las votaciones entre los miembros de la Academia: ambas son cartas de amor de sus directores al cine. Y eso es algo que, en un evento pensado para celebrar la industria, debe ser irresistible para los votantes.
Personalmente disfruté de ambas películas, pero no consideraría a ninguna de ellas como la mejor de entre las que vi el año pasado. Warrior (La Última Pelea), The Girl with the Dragon Tattoo (La Chica del Dragón Tatuado), o Drive (Drive: El Escape), me parecen mejores películas, y me hubiese encantado ver Shame para saber si todo lo que he leído acerca de ella es cierto.
A fin de cuentas, el cine es tanto arte como entretenimiento, y cada quien debería hacer su propio juicio y valoración de lo que cada película representa para uno como persona y no estar esperando a que alguien más decida que es lo que debemos apreciar y que es lo que no se lo merece, porque no hay nada como ser capaz de tomar decisiones por uno mismo y poder expresarlas sin importar lo que los demás piensen.
Todo lo demás es, al fin y al cabo, circo y mercadotecnia.
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