octubre 18, 2013

Reseña: Rush (Rush, Pasión y Gloria)

Este blog se ha quedado bastante abandonado, y es algo que me gustaría cambiar. No pienso hacer promesas sobre regularidad en las publicaciones, pero poco a poco intentará ponerme al día con los libros y películas que no he comentado. Por lo pronto, una reciente.

Ron Howard es un veterano director, responsable de algunas películas bastante buenas (A Beautiful Mind, Frost/Nixon), pero también de algunas bastante mediocres (Cocoon, Far and Away, Ransom, Angels and Demons), así como de algunos documentales que van de aburridos a interesantes, pero su trabajo suele caracterizarse por una solidez digna de resaltar, así que para mí suele ser una cuestión de analizar el tema de la película o el material de origen, o de quien sea su guionista antes de decidir si voy a ver alguna de sus películas en el cine o no.

En el caso de su cinta más reciente, Rush (estrenada en México como Rush: Pasión y Gloria), se trata de la historia de la rivalidad de dos grandes pilotos de Fórmula 1, con un guión escrito por Peter Morgan. Morgan es el guionista de The Last King of Scotland, The Queen, The Other Boleyn Girl, y Frost/Nixon, así que eso cubría tema y guionista.

Tratándose de una historia basada en hechos reales, mi mayor preocupación, de inicio, hubiera sido que Howard cayera en lo que considero es el problema, por ejemplo, con Apollo 13, una de sus primeras películas exitosas: parece un documental. Afortunadamente, en el caso de Rush la historia no está basada en las memorias de nadie, y Peter Morgan ha demostrado que puede hallar ángulos interesantes desde los cuales contar esta clase de historias sin necesidad de caer en un simple relato de los hechos.

La historia cuenta la rivalidad de dos pilotos de carreras en los 1970s, James Hunt (Chris Hemsworth) y Niki Lauda (Daniel Brühl), cubriendo sus primeros enfrentamientos, su llegada a la máxima categoría del automovilismo deportivo, la Fórmula 1, y su legendaria pelea por el Campeonato Mundial de Pilotos en la temporada 1976. En vez de centrarse en contar sólo la competencia en la pista entre los dos pilotos, la película explora las opuestas personalidades de los protagonistas.

Hunt era un piloto apasionado y visceral, para quien la carga de adrenalina era la principal razón para competir en un deporte tan peligroso, o como se le cita en la película, "mientras más cerca te encuentras de la muerte, más vivo te sientes". En contraposición, Lauda siempre fue un piloto frío y calculador, para quien ser un piloto profesional era sólo una forma de ser exitoso al dedicarse a algo para lo que era bueno, aceptando los riesgos como parte inherente de la carrera de su elección. Y es precisamente el contraste entre los motivos y la manera de llevar sus vidas y carreras lo que hace que Rush sea mucho más que un simple docudrama deportivo.

Para poner la historia en contexto, habría que apuntar que ningún piloto de Fórmula 1 ha fallecido en una pista de carreras desde 1994, cuando Ayrton Senna sufriera un accidente fatal en el Gran Premio de Italia, pero entre 1970 y 1977 hubo once fallecimientos de pilotos de F1, ya sea en competencia, en pruebas calificatorias, o en las prácticas previas a una carrera. Decir que dos pilotos fallecían cada año parece una exageración, pero sumando otras categorías resulta una cifra muy cercana a la realidad de la época.

Para esta película, Howard reclutó los servicios de Anthony Dod Mantle, un experimentado cinematógrafo británico que ha colaborado frecuentemente con Danny Boyle, y el resultado es espectacular, pues no sólo logra capturar la atmósfera retro necesaria para una película ambientada hace cuarenta años, si no que lo hace de una manera tal que podríamos estar hablando del mejor trabajo visual de la carrera de Howard, empatando su búsqueda de un realismo visual con una manera interesante de mostrar las diferentes situaciones.

Mención especial merecen las actuaciones, sobre todo de Daniel Brühl, quien con una ligera ayuda prostética se convierte en una versión joven de Lauda, capturando a la perfección algunos de sus manerismos y su peculiar manera de hablar. A Hemsworth siempre se le ha criticado por considerarlo como un actor limitado, pero su carisma y energía capturan la esencia de la clase de playboy aventurero que fue Hunt.

La película resulta sumamente entretenida, lo cual siempre se agradece, pues es otra forma de distanciarse de los documentales que suelen seguir temáticas similares. El trabajo narrativo y de construcción de la historia está realizado de una manera tan buena, que incluso si son aficionados a la Fórmula 1 y conocen lo que ocurrió durante la mítica temporada de 1976, en la cual se centra el tercer acto de la película, se verán movidos por la forma en que está contada la historia.

Película sumamente recomendada, incluso si no les gustan el automovilismo o las carreras.

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