febrero 27, 2007

Ghost Rider

Antes que cualquier otra cosa, necesito aclarar algo:

GHOST RIDER NO ES UNA BUENA PELÍCULA.

Ahora que hemos dejado eso perfectamente claro, he de decir que en realidad me divertí bastante al verla. Supongo que una de las razones para ello fue haberla visto rodeado de mis amigos, pues ver una película así rodeado de un alto nivel de tetosterona siempre ayuda.

Mark Steven Johnson, guionista y director de Daredevil, es el responsable de Ghost Rider, la cual está basada en el personaje de Marvel Comics. Johnson no es mal director, y hay algunas partes de la película que incluso podrían destacarse por la habilidad con que las concibió y realizó, particularmente cuando se trata de persecuciones y secuencias de acción. Su problema es que es un pésimo guionista. Esto se hace evidente desde el principio de la cinta, pues considero poco adecuado empezar cualquier historia con dos flashbacks, uno antes y otro después de los créditos.

Luego está el problema de los personajes, ya que aún cuando el mundo de Ghost Rider (me refiero al de los comics) está poblado mayormente por arquetipos y personajes con una profundidad equiparable a la del papel en que son dibujados, Johnson no hace el más mínimo intento por darles un poco de vida o al menos explotar apropiadamente las características distintivas de cada uno de ellos, las cuales rayan en el cliché y por lo tanto facilitarían el dotar de una voz propia a cada personaje.

La premisa argumental no tiene mayor complicación: el Diablo, o en este caso y para ser más precisos, Mefistófeles (Peter Fonda), acostumbra dar un trabajo especial a algún pobre diablo que haya aceptado venderle su alma a cambio de un favor: los convierte en sus cobradores, encargados de recolectar las almas que le adeudan y llevarlas al infierno. Esos "cobradores" llevan el nombre de Ghost Rider. Johnny Blaze, un joven acróbata motociclista, hizo un trato con Mefistófeles en su juventud, y aún cuando el favor recibido a cambio de su alma no fue completo ni satisfactorio, Mefistófeles prometió volver un día para hacerlo cumplir su parte del trato. Johnny abandonó al amor de su vida y se dedicó de lleno a su carrera en espera de ese día.

Blackheart (Wes Bentley), hijo de Mefistófeles, aparece en la Tierra matando indiscriminadamente mientras busca un contrato de mil almas, el cual fue robado a su padre por una antigua encarnación del Ghost Rider y con el que aparentemente podría convertirse en el nuevo regente del infierno, así que Mefistófeles le da su primera misión a Johnny (Nicolas Cage): detener a Blackheart. Después de un enfrentamiento con unos demonios elementales, Johnny conoce a el cuidador de un viejo cementerio (Sam Elliot), quien parece saber más sobre el Ghost Rider y su infernal origen de lo que ningún mortal debiera, lo que lo convierte en un aliado potencial.

Las actuaciones son completamente disparejas. Peter Fonda y Wes Bentley no parecen estar seguros de como dar vida a sus infernales contrapartes, pues Fonda opta por aparecer como el tranquilo manipulador de lengua suave y seductora, amenazante solo porque parece ocultar su verdadera naturaleza, en tanto que Bentley hace a un "malo de malolandia", sobreactuado y teatral. Eva Mendes es para la película el equivalente a la asistente de un mago, pues cada vez que Johnson siente que puede estar perdiendo el interés de su audiencia la pone en otro vestuario escotado y se asegura de mostrarlo en cuanta toma sea posible.

Nicolas Cage se apropia por completo del personaje de Johnny Blaze y lo convierte en algo completamente diferente al de los comics, lo cual no es necesariamente malo, pues termina siendo el canalizador de todo el sinsentido de esta palomera película. Sam Elliott no tiene mucho tiempo en pantalla, pero cada escena en que aparece me hizo desear que la película fuera sobre su personaje y no sobre el Ghost Rider contemporáneo.

A fin de cuentas, Ghost Rider no es una película recomendada para todo público, pero creo que si ustedes estaban considerando ver una película protagonizada por un esquelético motociclista con la cabeza en llamas y armado con cadenas mágicas, realmente no debieran entrar al cine esperando ver una obra de arte o una profunda introspección sobre la condición humana o la naturaleza del bien o el mal.

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