Lo primero que creo necesario aclarar acerca de The Last King of Scotland es que no es una película biográfica ni tampoco un documental, y que tampoco pretende serlo. Esto viene a colación de algunos comentarios que escuché en la sala al terminar la película, incluyendo barbaridades como que algunas personas no entienden porque se llama así la película. En caso de que no piensen verla y sientan curiosidad, es un título que Idi Amin se dio a si mismo argumentando que era para representar la gran admiración y respeto que le tenían los escoseses por su forma de lidiar con los ingleses.
Como mencioné en La Hoguera, la película está basada en una novela, y aún cuando muchos de los eventos que narran ocurrieron en realidad, Nicholas Garrigan, el protagonista de la historia, es un personaje ficticio creado con la única finalidad de ofrecer una visión cercana a la paranoia y megalomanía de Idi Amin sin caer en la necesidad de convertir a la película en una biografía. El personaje de Garrigan está vagamente inspirado en Bob Astles, un inglés que trabajaba para el régimen anterior y que eventualmente sirvió como consejero y asesor del dictador.
Creo que el mayor logro de la cinta es que retrata a Idi Amin como un personaje complejo e interesante y muestra el aspecto carismático del hombre sin por ello caer en un intento de reinvindicación del personaje. El trabajo de Whitaker es simplemente impresionante y va con suma facilidad de afable hombre de costumbres sencillas a militar paranoico e implacable; simpático y agradable por momentos y terrible y despreciable instantes después. La película nunca profundiza en el alcance de las acciones del dictador, pero con unos pocos ejemplos consigue dar una idea bastante clara del régimen de terror en que se convirtió su gobierno.
A James McAvoy no lo conocía, pero si tuviera que describirlo diría que es una combinación entre Ewan McGregor y Diego Luna, por extraño que pudiera parecer. Su interpretación del joven médico que llega a África huyendo de una vida costumbrista y monótona resulta bastante convincente, mostrando las reacciones que uno esperaría de un joven en una tierra extraña viviendo entre gente con costumbres completamente diferentes a las suyas. Tal vez por momentos excede en mostrar la candidez con que el joven médico sucumbe ante la seducción de verse favorecido con la simpatía del dictador, pero el conflicto ético que enfrenta conforme se va viendo absorbido dentro del círculo interno del gobierno ugandés es manejado con solvencia de su parte.
En cuanto al trabajo de dirección quizás lo único que se podría criticar del trabajo de Kevin McDonald es que por momentos pareciera dejar en segundo término el enfoque de su historia y perderse en los paisajes que rodean sus locaciones, aunque personalmente me agradó que tratase de mostrar algo de África que no fuese la miseria y pobreza en que viven la mayoría de sus habitantes.
Resumiendo, The Last King of Scotland es una muy buena película, aunque muy probablemente será recordada como la cinta que le permitió a Forest Whitaker recibir el reconocimiento que su carrera merecía desde hace algunos años.
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