Antes que cualquier otro comentario acerca de Sweeney Todd, The Demon Barber of Fleet Street, hay un punto que es necesario aclarar: no me gustan los musicales. Nunca me han gustado. Es decir, no es algo que me resulte abominable o del todo desagradable, pero no es la clase de entretenimiento que mejor me satisfaga. Puedo apreciar cuando un musical es bueno y no me molesta admitir cuando encuentro uno que me agrade, pero no es la clase de diversión que pudiese buscar de manera conciente. Dicho lo anterior, tengo que admitir que nunca había disfrutado tanto una película musical como Sweeney Todd. El montaje está basado en el show musical de Broadway de 1979 y contiene todas las canciones compuestas por Stephen Sondheim para esa puesta en escena.
Tim Burton es probablemente la clase de director que uno no asociaría jamás con un musical -excepto quizás por un par de secuencias en Beetlejuice o por aquel extraño anuncio de hace unos años, cuando el excéntrico director británico declaró que estaba colaborando con Jim Steinman en la preproducción de un musical de Batman porque era la única forma de recuperar la oscuridad perdida por la franquicia tras las películas de Joel Schumacher-, pero tras ver el resultado de Sweeney Todd es innegable que se trata de uno de esos casos donde material y director parecen estar hechos uno para el otro. Visualmente la película no tiene pero alguno. El Londres victoriano, sucio y oscuro, se convierte en la escenografía ideal para presentar la visión de Burton de esta interesante historia sobre un barbero convertido en asesino serial por su sed de venganza.
El elenco seleccionado por Burton también tiene mucho que ver con el resultado, pues ¿quienes pudieran haber comprendido mejor su intención o visión que su esposa y su protagónico más recurrente? Johnny Depp demuestra una vez más que no existe papel demasiado inusual o difícil de interpretar, convirtiéndose en la encarnación ideal de Benjamin Barker/Sweeney Todd, el atormentado barbero en busca de venganza por la felicidad perdida. En contraposición, Helena Bonham Carter sorprende por la facilidad con que hace suyo el papel de la Sra. Lovett, casera y cómplice de Barker, y escucharla cantar es toda una revelación.
Alan Rickman sigue siendo uno de los mejores actores en la actualidad y su talento suele no ser reconocido apropiadamente, pero aquí da otra muestra del mismo. Completan el elenco con apariciones más breves pero igualmente efectivas Timothy Spall, Sacha Baron Cohen y un grupo de jóvenes semi-debutantes. La música es la misma que la de la versión de Broadway, pero acompañada de los oscuros visuales imaginados por Burton le da un toque más siniestro a la historia, y el humor negro de la puesta original se mezcla perfectamente con el de Burton, a veces amenazando con llegar a los extremos de la farsa pero nunca cayendo en ella por completo.
Resumiendo, si les gustan las películas de Tim Burton, no debieran perdérsela; si son fans de los musicales, puede ser que resulte un tanto extraña y diferente en comparación a lo que están acostumbrados, pero el desempeño de Depp, Bonham Carter y Rickman debiera ser suficiente para dejarlos satisfechos. Solo una advertencia: el excesivo uso de sangre podría resultar molesto si no están acostumbrados a él, pero yo asumo que una generación que ha aceptado a Tarantino y Rodríguez como parte de la cultura popular contemporánea, o incluso permitido que gente con menos talento para ello como Eli Roth goce de éxito y reconocimiento no debiera impresionarse demasiado fácil. Altamente recomendada.
Tim Burton es probablemente la clase de director que uno no asociaría jamás con un musical -excepto quizás por un par de secuencias en Beetlejuice o por aquel extraño anuncio de hace unos años, cuando el excéntrico director británico declaró que estaba colaborando con Jim Steinman en la preproducción de un musical de Batman porque era la única forma de recuperar la oscuridad perdida por la franquicia tras las películas de Joel Schumacher-, pero tras ver el resultado de Sweeney Todd es innegable que se trata de uno de esos casos donde material y director parecen estar hechos uno para el otro. Visualmente la película no tiene pero alguno. El Londres victoriano, sucio y oscuro, se convierte en la escenografía ideal para presentar la visión de Burton de esta interesante historia sobre un barbero convertido en asesino serial por su sed de venganza.
El elenco seleccionado por Burton también tiene mucho que ver con el resultado, pues ¿quienes pudieran haber comprendido mejor su intención o visión que su esposa y su protagónico más recurrente? Johnny Depp demuestra una vez más que no existe papel demasiado inusual o difícil de interpretar, convirtiéndose en la encarnación ideal de Benjamin Barker/Sweeney Todd, el atormentado barbero en busca de venganza por la felicidad perdida. En contraposición, Helena Bonham Carter sorprende por la facilidad con que hace suyo el papel de la Sra. Lovett, casera y cómplice de Barker, y escucharla cantar es toda una revelación.
Alan Rickman sigue siendo uno de los mejores actores en la actualidad y su talento suele no ser reconocido apropiadamente, pero aquí da otra muestra del mismo. Completan el elenco con apariciones más breves pero igualmente efectivas Timothy Spall, Sacha Baron Cohen y un grupo de jóvenes semi-debutantes. La música es la misma que la de la versión de Broadway, pero acompañada de los oscuros visuales imaginados por Burton le da un toque más siniestro a la historia, y el humor negro de la puesta original se mezcla perfectamente con el de Burton, a veces amenazando con llegar a los extremos de la farsa pero nunca cayendo en ella por completo.
Resumiendo, si les gustan las películas de Tim Burton, no debieran perdérsela; si son fans de los musicales, puede ser que resulte un tanto extraña y diferente en comparación a lo que están acostumbrados, pero el desempeño de Depp, Bonham Carter y Rickman debiera ser suficiente para dejarlos satisfechos. Solo una advertencia: el excesivo uso de sangre podría resultar molesto si no están acostumbrados a él, pero yo asumo que una generación que ha aceptado a Tarantino y Rodríguez como parte de la cultura popular contemporánea, o incluso permitido que gente con menos talento para ello como Eli Roth goce de éxito y reconocimiento no debiera impresionarse demasiado fácil. Altamente recomendada.
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