octubre 30, 2008

Horror

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Después de las múltiples prórrogas y retrasos con lo que iba a hacer para temporada mortecina, no queda más que lanzar los textos un poco más de bulto de lo que me hubiese gustado. Sirva esto como introducción extendida al resto de los textos de cine y literatura que aparecerán aquí (espero) en estos días. Como de todos modos nadie ha comentado nada en varias semanas y no sé si siquiera los veinte suscriptores del feed de este blog lo leen todavía, he decidido que publicaré más de un texto al día e intentaré editar algunos para poner el contenido de dos o tres de ellos en un solo texto y evitar así que se me sigan acumulando.

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No sé exactamente cual sea la fascinación que el ser humano tiene con el miedo, pero de que la comparto en una buena dosis no me queda duda alguna, pues el horror es uno de mis géneros de ficción favoritos. Tal vez sea igual que con las montañas rusas, una adicción a la adrenalina, a sentir el acelerado palpitar del corazón como una manifestación clara y evidente de que estamos vivos. O quizás sea simple y sencillamente un gusto adquirido por algunos cuantos que se manifiesta en algunos géneros narrativos. Sea como sea, solo sé que me gusta, que disfruto esa sensación de escalofríos, ese estremecimiento recorriendo la espalda que un buen libro o una buena película de horror logran producir.

Desde pequeño me gustaba quedarme hasta tarde viendo películas tanto nacionales como extranjeras, y mi gusto por los géneros de tintes oscuros no ha disminuido desde entonces. De las películas mexicanas no recuerdo muchas, pero de entre las que podría mencionar como especialmente memorables las películas de Carlos Enrique Taboada, como Hasta El Viento Tiene Miedo, El Libro de Piedra, Mas Negro Que La Noche y Veneno para las Hadas, y no tiene nada que ver con el hecho de que un par de ellas sean fáciles de conseguir. De las extranjeras es muy probable que las primeras películas que atrajeron mi atención hacia el género hayan sido las clásicas de monstruos: Drácula, Frankenstein, etc, lo que resulta curioso, pues actualmente me parece que las películas de monstruos deberían considerarse como un sub-género independiente al horror propiamente dicho. La televisión también tuvo su parte. Recuerdo una vieja serie inglesa (creo) llamada Misterio en su Casa, además de algunas series clásicas como The Twilight Zone (Dimensión Desconocida) Ray Bradbury's Theater (El Teatro de Ray Bradbury) o Alfred Hitchcock Presents, ninguna de las cuales estaba dedicada exclusivamente al género pero éste se hallaba presente de manera importante. En México se hizo Hora Marcada, una producción de Carmen Armendáriz que tenía un formato similar al de las series arriba mencionadas y donde aparecieron los primeros trabajos de algunos creativos que lograrían éxito y reconocimiento años más tarde, como Carlos y Alfonso Cuarón, Emmanuel Lubezki y Guillermo del Toro.

Al correr de los años fui descubriendo los diferentes matices que se podían aplicar al género, desde la comedia (John Landis y Sam Raimi son excelentes ejemplos) o la aventura (John Carpenter) hasta el gore (Dario Argento es un referente obligado) pasando por toda clase de combinaciones y tonos intermedios. Habiendo sido niño y adolescente durante los 1980s es obvio que la explosión del género de slashers también fue parte importante de mi dieta de horror, haciendo de Freddy Krueger, Jason Vorhees y Michael Myers nombres fáciles de identificar para toda una generación. Lamentablemente esto dio paso a la era de las secuelas infinitas y luego a la edad del remake, de la cual aún no hemos salido del todo. La invasión del cine de horror asiático parecía haber inyectado una bocanada de aire fresco al género, pero lamentablemente se convirtió simplemente en una fuente adicional de material para los estudios a la casa de propiedades que recrear en insulsos remakes.

Mi otro gran hobby, la lectura, también contribuyó a alimentar mi gusto por las historias de horror y espantos, pero creo que de mis primeros textos de horror hablaré en otra ocasión.

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