Hace un par de meses comenté aquí el primer libro de Iain Banks, The Wasp Factory, y ahí mismo expliqué como fue que supe de la obra de este autor. Walking on Glass es su segunda novela, y debo decir que después de leerla ya no tengo tan claro cuales son los criterios empleados por sus editores para marcar la separación entre sus obras de ciencia ficción y las de literatura "seria".
Walking on Glass está dividido en tres secciones, cada una de las cuales sigue una narrativa diferente y, aparentemente, independiente de las otras dos. La primera de ellas sigue a Graham Park, un joven estudiante de arte quien está enamorado de Sarah ffitch, una chica que conoció en una fiesta gracias a su amigo homosexual Richard Slater. Sarah está en una relación con Bob Stock, un hombre a quien Graham nunca ha podido ver apropiadamente pero a quien describe como un hombre grande eternamente vestido en cuero negro, y con quien aparentemente Sarah desea terminar.
La segunda sección nos lleva de la mano de Steven Grout, un obrero de una cuadrilla de mantenimiento de carreteras que sufre de paranoia esquizofrénica. Grout está convencido de que en realidad es un almirante en una armada enfrascada en una guerra intergaláctica y que fue castigado a ocupar el cuerpo de un hombre en la Tierra por una falta cometida en servicio. Grout lee mucha ciencia-ficción, pues está convencido de que en ella se encuentran cifradas las claves que le permitirán escapar de su cautiverio y reincorporarse a la guerra.
Finalmente, Quiss y Ajayi son dos criminales de guerra, pertenecientes a bandos opuestos en una guerra intergaláctica. Condenados a permanecer en un castillo montañoso rodeado por una planicie congelada, pasan sus días jugando juegos imposibles para ganar la oportunidad de intentar resolver el acertijo que les permitirá abandonar su prisión: ¿Qué pasa cuando una fuerza irresistible se encuentra con un objeto inamovible? Hacia el final de la historia se van haciendo aparentes los lazos existentes entre las tres historias, llevando hasta una complicada resolución que no resulta del todo inesperada. Debo decir que me decepcionó un poco este libro, pues sin duda es el más flojo de los cuatro que he leído de este autor, y no porque esté mal escrito, pues ese no es el caso, si no porque me deja la impresión de que fue publicado antes de estar listo, sobre todo en el último tercio del libro.
El elaborado desarrollo de una sociedad utópica conocida como La Cultura, y las intricadas relaciones entre las diversas especies que entran en contacto con ella representa uno de los más grandes logros que he leído en la ciencia ficción, en tanto que el sutil horror que impregna las páginas de The Wasp Factory deben haberme llevado a crearme unas expectativas sumamente altas y difíciles de cumplir, así que es muy probable que mi juicio resulte más severo de lo que sería en caso de no haber leído previamente nada del autor.
Sin embargo, mis quejas más fuertes son completamente objetivas. Creo que en caso de que hubiese un mayor desarrollo de los personajes, muchos de los problemas de la historia serían menores. Por otro lado, creo que en algún momento Banks perdió la perspectiva de lo que estaba haciendo y se obsesionó con la astuta estructura en la que estaba trabajando. El problema es que la novela termina por tener más forma que fondo, por parecer un simple pretexto para jugar con una peculiar estructura de ficción que raya en lo meta pero sin dar ese último paso para conseguirlo.
Si nunca han leído a Banks puede ser que encuentren la lectura de Walking on Glass mucho más entretenida e interesante que si conocen algo más de su trabajo. Como mencioné antes, el libro no es malo, pero lamentablemente deja mucho que desear cuando se le puede comparar con otras obras del autor.
Recomendado, pero con reservas.
Walking on Glass está dividido en tres secciones, cada una de las cuales sigue una narrativa diferente y, aparentemente, independiente de las otras dos. La primera de ellas sigue a Graham Park, un joven estudiante de arte quien está enamorado de Sarah ffitch, una chica que conoció en una fiesta gracias a su amigo homosexual Richard Slater. Sarah está en una relación con Bob Stock, un hombre a quien Graham nunca ha podido ver apropiadamente pero a quien describe como un hombre grande eternamente vestido en cuero negro, y con quien aparentemente Sarah desea terminar.
La segunda sección nos lleva de la mano de Steven Grout, un obrero de una cuadrilla de mantenimiento de carreteras que sufre de paranoia esquizofrénica. Grout está convencido de que en realidad es un almirante en una armada enfrascada en una guerra intergaláctica y que fue castigado a ocupar el cuerpo de un hombre en la Tierra por una falta cometida en servicio. Grout lee mucha ciencia-ficción, pues está convencido de que en ella se encuentran cifradas las claves que le permitirán escapar de su cautiverio y reincorporarse a la guerra.
Finalmente, Quiss y Ajayi son dos criminales de guerra, pertenecientes a bandos opuestos en una guerra intergaláctica. Condenados a permanecer en un castillo montañoso rodeado por una planicie congelada, pasan sus días jugando juegos imposibles para ganar la oportunidad de intentar resolver el acertijo que les permitirá abandonar su prisión: ¿Qué pasa cuando una fuerza irresistible se encuentra con un objeto inamovible? Hacia el final de la historia se van haciendo aparentes los lazos existentes entre las tres historias, llevando hasta una complicada resolución que no resulta del todo inesperada. Debo decir que me decepcionó un poco este libro, pues sin duda es el más flojo de los cuatro que he leído de este autor, y no porque esté mal escrito, pues ese no es el caso, si no porque me deja la impresión de que fue publicado antes de estar listo, sobre todo en el último tercio del libro.
El elaborado desarrollo de una sociedad utópica conocida como La Cultura, y las intricadas relaciones entre las diversas especies que entran en contacto con ella representa uno de los más grandes logros que he leído en la ciencia ficción, en tanto que el sutil horror que impregna las páginas de The Wasp Factory deben haberme llevado a crearme unas expectativas sumamente altas y difíciles de cumplir, así que es muy probable que mi juicio resulte más severo de lo que sería en caso de no haber leído previamente nada del autor.
Sin embargo, mis quejas más fuertes son completamente objetivas. Creo que en caso de que hubiese un mayor desarrollo de los personajes, muchos de los problemas de la historia serían menores. Por otro lado, creo que en algún momento Banks perdió la perspectiva de lo que estaba haciendo y se obsesionó con la astuta estructura en la que estaba trabajando. El problema es que la novela termina por tener más forma que fondo, por parecer un simple pretexto para jugar con una peculiar estructura de ficción que raya en lo meta pero sin dar ese último paso para conseguirlo.
Si nunca han leído a Banks puede ser que encuentren la lectura de Walking on Glass mucho más entretenida e interesante que si conocen algo más de su trabajo. Como mencioné antes, el libro no es malo, pero lamentablemente deja mucho que desear cuando se le puede comparar con otras obras del autor.
Recomendado, pero con reservas.
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