Esta semana falleció Ray Bradbury, uno de los más importantes escritores de ficción contemporánea, no solo en lengua inglesa si no en el mundo, y he de confesar que no pude evitar sentir un nudo en la garganta al enterarme.
Mi recuerdo más temprano de su obra data de cuando tenía 6 años. Por mi afición a los comics aprendí a leer más rápido que la mayoría de los niños, y para cuando entré a primer año de primaria ya podía leer con cierta soltura. En aquel entonces mi madre tenía un Salón de Belleza -ahora llamados "Estéticas"- donde yo la acompañaba en las tardes al salir de clases.
Para mantenerme entretenido, solía comprarme libros para colorear, cómics, y una revista que recuerdo vivamente aún si parece ser que soy el único en hacerlo. La revista se llamaba Globo -al menos eso creo- y contenía pasatiempos y actividades, además de cuentos, y una sección de texto donde incluía resúmenes de libros clásicos. No sé cuantos libros conocí primeramente en esas versiones, pero hubo dos que me marcaron y recuerdo como los primeros, pues a la fecha los identifico como mi primer acercamiento a la literatura: El Retrato de Dorian Grey y Farenheit 451.
Farenheit en particular me causó una impresión muy fuerte. A esa edad, con el gusto por la lectura despertando, me horrorizó la idea de un futuro donde estuviese prohibido leer o tener libros, donde los bomberos tuvieran como misión destruir todos y cada uno de los libros que encontrasen. Supongo que en cierta forma esa historia me convirtió en un lector aún más voraz, alguien que leía como si no hubiese un mañana o, mejor dicho, como si mañana no fuese a haber más libros.
Pasaron varios años antes de que leyera el libro propiamente dicho, pues si no mal recuerdo lo leí a los once o doce años, y en el intermedio ya había visitado mundos fantásticos de otros autores, como Verne, Salgari, Burroughs, e incluso Poe, pese a lo que me hacía sufrir por las noches antes de ir a dormir.
Pero el recuerdo de la primera impresión que me causó Farenheit 451 seguía tan fuerte como aquella tarde en que, tumbado sobre mi abdomen, me horroricé ante el mundo del que Montag deseaba escapar.
Mi segundo acercamiento a su obra se dio a causa de la televisión, gracias a la miniserie inspirada en The Martian Chronicles (Crónicas Marcianas), misma que pasaba con relativa frecuencia en la televisión nacional. En su momento, siendo todavía un niño, la encontré un tanto aburrida, pero algunas de sus ideas de lo que podía ser la vida en Marte se me quedaron grabadas, y cuando más tarde descubrí que estaban basadas en un libro de Bradbury, me hice el propósito de conseguirlo, convirtiéndose en el primero de su autoría que leí completo.
Le seguirían el ya mencionado Farenhet 451 y algunas colecciones de cuentos, como The Illustrated Man, The Golden Apples of the Sun, o R is for Rocket, convirtiéndose rápidamente en uno de mis escritores favoritos. Bradbury fue tal vez el primer autor que me retó a dejar volar la imaginación más allá de cualquier género, y por él descubrí que no toda la poesía eran aburridas rimas, que la ciencia ficción era algo más que robots, pistolas láser y naves espaciales, y que la magia podía tomar cualquier forma.
Por entrevistas leídas a lo largo de los años, así como por sus ensayos o por el maravilloso Zen in the Art of Writing, se vislumbra un hombre jovial y lleno de vida, con un espíritu emprendedor y siempre en busca de algo nuevo a que dedicar su energía. Curiosamente no era partidario de los libros electrónicos, y apenas en el último par de años comenzaron a aparecer algunas de sus obras en formato digital.
Hace varios años me hice con una colección titulada simplemente Bradbury Stories, que contiene cien historias clásicas, todas ellas con una introducción nueva del autor, y ocasionalmente disfruto de sacarlo del librero y recorrer el índice en busca de una historia que me permita trasladarme, al menos por un rato, a mi temprana adolescencia, pasada explorando mágicos mundos creados por este autor.
El hombre ya no está entre nosotros, pero su obra y legado permanecen como una parte importante de nuestro mundo.
Gracias por todo, y hasta siempre, Sr. Bradbury.
Mi recuerdo más temprano de su obra data de cuando tenía 6 años. Por mi afición a los comics aprendí a leer más rápido que la mayoría de los niños, y para cuando entré a primer año de primaria ya podía leer con cierta soltura. En aquel entonces mi madre tenía un Salón de Belleza -ahora llamados "Estéticas"- donde yo la acompañaba en las tardes al salir de clases.
Para mantenerme entretenido, solía comprarme libros para colorear, cómics, y una revista que recuerdo vivamente aún si parece ser que soy el único en hacerlo. La revista se llamaba Globo -al menos eso creo- y contenía pasatiempos y actividades, además de cuentos, y una sección de texto donde incluía resúmenes de libros clásicos. No sé cuantos libros conocí primeramente en esas versiones, pero hubo dos que me marcaron y recuerdo como los primeros, pues a la fecha los identifico como mi primer acercamiento a la literatura: El Retrato de Dorian Grey y Farenheit 451.
Farenheit en particular me causó una impresión muy fuerte. A esa edad, con el gusto por la lectura despertando, me horrorizó la idea de un futuro donde estuviese prohibido leer o tener libros, donde los bomberos tuvieran como misión destruir todos y cada uno de los libros que encontrasen. Supongo que en cierta forma esa historia me convirtió en un lector aún más voraz, alguien que leía como si no hubiese un mañana o, mejor dicho, como si mañana no fuese a haber más libros.
Pasaron varios años antes de que leyera el libro propiamente dicho, pues si no mal recuerdo lo leí a los once o doce años, y en el intermedio ya había visitado mundos fantásticos de otros autores, como Verne, Salgari, Burroughs, e incluso Poe, pese a lo que me hacía sufrir por las noches antes de ir a dormir.
Pero el recuerdo de la primera impresión que me causó Farenheit 451 seguía tan fuerte como aquella tarde en que, tumbado sobre mi abdomen, me horroricé ante el mundo del que Montag deseaba escapar.
Mi segundo acercamiento a su obra se dio a causa de la televisión, gracias a la miniserie inspirada en The Martian Chronicles (Crónicas Marcianas), misma que pasaba con relativa frecuencia en la televisión nacional. En su momento, siendo todavía un niño, la encontré un tanto aburrida, pero algunas de sus ideas de lo que podía ser la vida en Marte se me quedaron grabadas, y cuando más tarde descubrí que estaban basadas en un libro de Bradbury, me hice el propósito de conseguirlo, convirtiéndose en el primero de su autoría que leí completo.
Le seguirían el ya mencionado Farenhet 451 y algunas colecciones de cuentos, como The Illustrated Man, The Golden Apples of the Sun, o R is for Rocket, convirtiéndose rápidamente en uno de mis escritores favoritos. Bradbury fue tal vez el primer autor que me retó a dejar volar la imaginación más allá de cualquier género, y por él descubrí que no toda la poesía eran aburridas rimas, que la ciencia ficción era algo más que robots, pistolas láser y naves espaciales, y que la magia podía tomar cualquier forma.
Por entrevistas leídas a lo largo de los años, así como por sus ensayos o por el maravilloso Zen in the Art of Writing, se vislumbra un hombre jovial y lleno de vida, con un espíritu emprendedor y siempre en busca de algo nuevo a que dedicar su energía. Curiosamente no era partidario de los libros electrónicos, y apenas en el último par de años comenzaron a aparecer algunas de sus obras en formato digital.
Hace varios años me hice con una colección titulada simplemente Bradbury Stories, que contiene cien historias clásicas, todas ellas con una introducción nueva del autor, y ocasionalmente disfruto de sacarlo del librero y recorrer el índice en busca de una historia que me permita trasladarme, al menos por un rato, a mi temprana adolescencia, pasada explorando mágicos mundos creados por este autor.
El hombre ya no está entre nosotros, pero su obra y legado permanecen como una parte importante de nuestro mundo.
Gracias por todo, y hasta siempre, Sr. Bradbury.
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