Una de las figuras más mitificadas del siglo XX, y más concretamente del periodo conocido como Guerra Fría, es la del asesino y terrorista venezolano Illich Ramírez, más conocido como Carlos o El Chacal. Mitificada a tal grado, que mucha gente no parece estar enterada de que se trata de una persona real, y mucho menos que aún está vivo y sirviendo una sentencia de por vida en una prisión francesa.
Esto se debe mayormente a la gran cantidad de referencias que se hacen a su persona en libros y películas, aún si en ningún caso se busca presentar un retrato fiel o realista de su persona. Ese es el caso de las novelas de Robert Ludlum protagonizadas por Jason Bourne, donde Carlos es el antagonista (solo las novelas, pues el personaje no existe en las adaptaciones a cine), o las películas The Jackal y The Assignment, donde es interpretado por Bruce Willis y Aidan Quinn, respectivamente, pero sin bases en la realidad.
Y precisamente eso es lo que distingue a Carlos, producción francesa del 2010, de aquellas películas, pues la intención del director Olivier Assayas y sus productores era precisamente la de desmitificar a Carlos e intentar aproximarse a su persona de una manera más realista, aún bajo la advertencia de que sigue siendo una obra de ficción.
Illich Ramírez (Edgar Ramírez) es un marxista de origen venezolano que vive convencido de que la única forma de frenar el avance capitalista y la expansión de los países imperialistas es tomar una postura activa como militante, por lo que decide afiliarse al FPLP (Frente Popular para la Liberación de Palestina), cuyo líder, Wadie Haddad (Ahmad Kaabour), lo selecciona para servir como uno de sus brazos armados en Europa.
La película sigue sus actividades desde su ingreso a las filas del FPLP a mediados de los 1970s y hasta su arresto en Sudán a finales de los 1990s, que llevaría a su extradición a Francia, donde recibiría la sentencia de cadena perpetua que continua sirviendo hasta nuestros días. Tras un encuentro cercano con la policía anti-terrorista francesa, Carlos, como ahora se hace llamar, regresa al Medio Oriente para recibir más entrenamiento antes de retomar sus actividades terroristas en territorio europeo.
Además de tocar algunos de los atentados más famosos que se le atribuyen, dedica bastante tiempo al famoso secuestro de representantes de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo). Assayas, reconocido director favorito de festivales y casas de arte, hace un gran trabajo documental, recogiendo cuanta información existe de la vida y actividades de Carlos, y llena los vacíos de una manera que, por lo menos, resulta bastante plausible.
Sin embargo, tal vez lo más destacado de la ambiciosa producción sea la gran actuación de Edgar Ramírez en el papel protagónico. El guión hace un buen trabajo al evitar juzgar las motivaciones de Carlos, explorando las diversas facetas de su persona: idealista y soñador, asesino y terrorista, y el gran mérito de Ramírez radica en interpretarlo con sobriedad y reflejando todos esos matices de una manera clara, haciendo del mito un ser humano con defectos y virtudes.
Cabría señalar que la película que actualmente se exhibe en nuestra ciudad es una versión de dos horas y cuarenta y cinco minutos, lo que me hace pensar que se trata del corte británico de la película, pues el corte realizado para su estreno comercial tiene veinticinco minutos menos. La versión exhibida y premiada en el Festival de Cannes dura tres horas y media, y eventualmente fue convertida en una miniserie para TV de tres episodios, misma que ahora tendré que buscar, pues me encantó lo que vi en su versión reducida.
Película bastante recomendada.
Esto se debe mayormente a la gran cantidad de referencias que se hacen a su persona en libros y películas, aún si en ningún caso se busca presentar un retrato fiel o realista de su persona. Ese es el caso de las novelas de Robert Ludlum protagonizadas por Jason Bourne, donde Carlos es el antagonista (solo las novelas, pues el personaje no existe en las adaptaciones a cine), o las películas The Jackal y The Assignment, donde es interpretado por Bruce Willis y Aidan Quinn, respectivamente, pero sin bases en la realidad.
Y precisamente eso es lo que distingue a Carlos, producción francesa del 2010, de aquellas películas, pues la intención del director Olivier Assayas y sus productores era precisamente la de desmitificar a Carlos e intentar aproximarse a su persona de una manera más realista, aún bajo la advertencia de que sigue siendo una obra de ficción.
Illich Ramírez (Edgar Ramírez) es un marxista de origen venezolano que vive convencido de que la única forma de frenar el avance capitalista y la expansión de los países imperialistas es tomar una postura activa como militante, por lo que decide afiliarse al FPLP (Frente Popular para la Liberación de Palestina), cuyo líder, Wadie Haddad (Ahmad Kaabour), lo selecciona para servir como uno de sus brazos armados en Europa.
La película sigue sus actividades desde su ingreso a las filas del FPLP a mediados de los 1970s y hasta su arresto en Sudán a finales de los 1990s, que llevaría a su extradición a Francia, donde recibiría la sentencia de cadena perpetua que continua sirviendo hasta nuestros días. Tras un encuentro cercano con la policía anti-terrorista francesa, Carlos, como ahora se hace llamar, regresa al Medio Oriente para recibir más entrenamiento antes de retomar sus actividades terroristas en territorio europeo.
Además de tocar algunos de los atentados más famosos que se le atribuyen, dedica bastante tiempo al famoso secuestro de representantes de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo). Assayas, reconocido director favorito de festivales y casas de arte, hace un gran trabajo documental, recogiendo cuanta información existe de la vida y actividades de Carlos, y llena los vacíos de una manera que, por lo menos, resulta bastante plausible.
Sin embargo, tal vez lo más destacado de la ambiciosa producción sea la gran actuación de Edgar Ramírez en el papel protagónico. El guión hace un buen trabajo al evitar juzgar las motivaciones de Carlos, explorando las diversas facetas de su persona: idealista y soñador, asesino y terrorista, y el gran mérito de Ramírez radica en interpretarlo con sobriedad y reflejando todos esos matices de una manera clara, haciendo del mito un ser humano con defectos y virtudes.
Cabría señalar que la película que actualmente se exhibe en nuestra ciudad es una versión de dos horas y cuarenta y cinco minutos, lo que me hace pensar que se trata del corte británico de la película, pues el corte realizado para su estreno comercial tiene veinticinco minutos menos. La versión exhibida y premiada en el Festival de Cannes dura tres horas y media, y eventualmente fue convertida en una miniserie para TV de tres episodios, misma que ahora tendré que buscar, pues me encantó lo que vi en su versión reducida.
Película bastante recomendada.
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